No tengo la menor idea de quién
es; bueno, tampoco así, ahora sé que jugaba fútbol, y creo que era bueno. Eso
sí, no dude de mi certeza intacta de que por más que ejercite un texto como si
le hablara, sé que no me escucha. Que le hablo a mi propio ego; o sea, para que
el resto crea que me está escuchando “en el cielo”, donde dicen que “le han
contratado”. (No piense que me estoy burlando; revise redes sociales y archivos
de los diarios y sabrá que no invento)
Verá: odio el fútbol, y todo lo
que como negocio representa. Lo tolero por cómo está enraizado en la gente. Y
la faceta que me interesa es la periodística. Y su partida, señor Chucho, ha confirmado
mis temores; los principales son que el periodismo deportivo padece de dos
problemas: que no es periodismo, ni es deportivo.
¿Me explico? Digo, no es
periodismo, porque el periodismo exige oficio. Y lo que se vio durante su
muerte y su sepelio, fue una retahíla de lamentaciones personales,
hipocritonas, oportunistas, absurdas.
Un periodismo-periodismo hubiese
caminado por el sentido común. Imagínese, señor Chucho, que el presidente
Correa, mis tataranietos, sus queridos padres, el papa Francisco, todos nos
moriremos por un “paro cardio respiratorio”; es decir, se para el corazón y se
deja de respirar. ¿Me explico? Nadie sigue vivo si se paran esos dos órganos.
Lo que había que informar era la o las causas que provocaron eso que nos
sobrevendrá a todos en algún momento.
Señor Chucho, ¿se imagina usted
si es que con su caso se hacía un poco de oficio? Estaríamos agradecidos. Pero
no. Lamento mucho que un reportero de un canal le haya entrevistado a su
pequeño hijo; a mí se me hubiese partido el alma, anudado la garganta, roto el
pecho: preguntarle qué piensa de la muerte de su padre! Antes, dejo la
profesión.
O si es que me desvelaba por ser
yo la noticia: “Yo. Yo que le conocí; a mí que me invitó a su boda; que no
metía goles, pero no importa, yo que dije que sería crack…”
Quizá usted no lo sepa, pero el
señor Chiriboga salió a decir que usted estaba “condenado a morir”. Y el
periodista que lo entrevistaba dijo sentirse muy tranquilo por eso. ¿Le ofende?
A mí también; no solo que me ofende, me duele en el periodismo, me duele la
falta de sentido común. ¿Que qué hubiera hecho yo? Solo informaba, no
comentaba. Allá don Lucho. Fácil.
Y que tampoco es deportivo, este “periodismo”,
porque lo único que se limita es a asumir el rol de hinchas y de los resultados
exclusivamente en el fútbol.
Como antiperiodístico es también generalizar.
Por eso debo aclarar no todo el periodismo deportivo es así. Que sí hay del
bueno.
Pero ya es tarde señor Chucho.
Estoy convencido de que el periodismo informa mejor desde el desapasionamiento.
Que el apasionamiento lo toleramos en el juego, pero no en la tragedia. Ni en
el absurdo de hablar de memoria, sin preparar, sin documentar, sin explicar,
sin el rigor de la investigación. Informar desde el borde de cancha, un mal
consejero.
Señor Chucho, le ofrezco en su
memoria trabajar un poco más para que esto no siga sucediendo. No se repita. No
más Chuchos. No más narraciones de la tragedia. No más absurdos ni
exageraciones.
El periodismo nos lo agradecerá.
Hasta siempre, mi señor Chucho.
Entrevista:
Buitrón: El periodismo deportivo
no está listo
Para el comunicador y escritor Rubén
Darío Buitrón, el periodismo ecuatoriano no está listo para asumir reacciones
en casos emergentes. En su crítica, dice que hubo falta de preparación, investigación
y contextualización.
¿Rubén, en perspectiva cómo
evalúas la cobertura de la muerte del jugador “Chucho” Benítez por parte de la
prensa deportiva y de la prensa en general?
No es posible generalizar ni
darte una respuesta global. No escuché, leí ni vi lo que hicieron todos los
medios. Sin embargo, hice el seguimiento de los que podríamos llamar
"grandes medios de comunicación" (GMC) del país y puedo decir, con
certeza, que quedaron en evidencia los grandes vacíos y los grandes vicios del
periodismo deportivo ecuatoriano, en particular, y del periodismo ecuatoriano,
en general.
¿Cuáles son esos vacíos? La falta
de información de contexto, la inexistencia o la debilidad de los departamentos
de documentación y archivo, el facilismo, la incapacidad de respuesta inmediata
pero profesional a un hecho inesperado y de grandes dimensiones y, por último,
los malos hábitos de los periodistas, en especial de la radio y la televisión
(precisando que la mayoría de los que están en TV provienen de la radio
tradicional), que se reflejan, sobre todo, en el uso de muletillas, lugares
comunes y fraseos repetitivos.
¿Lo que se muestra en las
coberturas es la evidencia del nivel profesional de la prensa ecuatoriana en
casos noticiosos emergentes?
Sin duda. Uno de los grandes
problemas de la prensa ecuatoriana es la falta de profesionalismo al momento de
abordar grandes hechos noticiosos. Esa falta de profesionalismo se observa en
aquellos malos hábitos enunciados ya y en otros como apelar al sentimiento, a
la cursilería, a la retórica barata, a la especulación, a la falta de planes de contingencia para grandes coberturas y a la
ausencia de una política editorial para este tipo de casos. Se trata de una
prensa conformista y básica que no entiende que sin valor agregado, sin
elementos diferenciadores, queda fuera del interés y preferencia del público,
mucho más ahora que a la audiencia podría bastarle acceder a la información en
las redes sociales para conocer lo que le interesa conocer.
¿Son éstos los espacios en los
que se debería poner a prueba el oficio que debe tener desarrollado cada comunicador
y cada medio?
Por supuesto. No solo el oficio,
que de hecho nos obliga a tener a la mano absolutamente toda la información
documental de los principales personajes, referentes y líderes de la sociedad
(como, en este caso, los futbolistas de la selección), sino también la
capacidad de previsión, de armar escenarios para grandes coberturas del futuro
(aunque nunca llegaran a ocurrir), de diseñar estrategias de corto, mediano y
largo alcance, de contar con la logística adecuada, de tener exactamente claras
las obligaciones del periodista y de todos quienes integran y tienen
responsabilidades en los equipos informativos. Eso es lo que se vio en el caso
del "Chucho" Benítez, tanto así que, en especial la radio y la
televisión nacionales apelaron a lo frívolo, a la información tipo farándula, a
la espera de que las grandes cadenas internacionales les "den
llenando" los vacíos y les "den curando" los vicios.
¿Cuál hubiese sido la reacción
correcta?
La reacción correcta debe empezar por un
análisis autocrítico de cada medio (como equipo) y de cada periodista sobre lo
que sucedió en el caso "Chucho". Si se lograra que esto ocurriese
este mismo lunes, por ejemplo, ya sería un paso importante. Pero la importancia
de este paso sería inútil si no viene acompañado de decisiones para que no
vuelvan a ocurrir los grandes errores que se cometieron.
Una vez que se tenga documentado
el proceso, sus vacíos y sus vicios, el medio y sus periodistas deberían trazar
las líneas maestras para moverse rápida pero profundamente en las grandes
coberturas inesperadas.
Si se planteara, por ejemplo, un
manual (no necesariamente extenso, sino preciso y puntual) que dijera "Qué
hicimos mal en la cobertura del caso "Chucho" y qué haremos a partir
de ahora en casos similares, el periodismo deportivo ecuatoriano y el
periodismo en general habrán dado un paso de gigantes para elevar la calidad de
los contenidos y satisfacer, con responsabilidad y excelencia, las demandas de
las audiencias.
¿Cómo hacer, y en qué, pedagogía
del caso “Chucho” Benítez?
Es una oportunidad de oro para
que los GMC, los pequeños medios, los gremios de periodistas y las
universidades promuevan mecanismos de reflexión y aprendizaje colectivo sobre
la base de una rigurosa autocrítica, de mirarse en el espejo, de tener
conciencia, lejos de amores propios y orgullos inútiles, de que no se hicieron
bien las cosas. En el caso de la Universidad, es posible construir escenarios
noticiosos futuros en los que los estudiantes de periodismo aprendan a amar
estrategias, planes de contingencia y planes logísticos. La pedagogía clave es
aprender (y documentar este aprendizaje) a reaccionar con inteligencia,
contextualización, profundidad y valor agregado. Si se produjera otro hecho
similar y el público, de nuevo, tendría que sufrir la carencia de información
relevante y la avalancha de lugares comunes y retórica sentimentaloide y
subjetiva, no habremos aprendido nada del caso "Chucho" y, quizás,
hasta llegue a ser inútil proponer un ejercicio crítico que caiga en tierra
infértil.
Enlaces relacionados:
Así se informó el caso del señor
Chucho Benítez.
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