Y los hospitales privados tomaron un auge inusitado. Y los
planes de servicios eran componentes necesarios en esa dinámica “emprendedora”
de la salud que no previene, sino cura a largos plazos. Y la cesárea pasó de
ser medida extrema a una prioridad. Y el “voucher”, la puerta de entrada.
Por eso creo que la comunicación no debe ser vista como un
“emprendimiento”. Ni que un empresario exitoso de cualquier cosa pretenda
enseñarnos periodismo “porque el periodismo critica y nosotros los empresarios
construimos”.
Intentaré explicarlo: el oficio periodístico ha permitido
vivir con dignidad a mucha gente. Lo ha permitido en la misma medida en que
esos profesionales han invertido en dignidad, en ética, en rigor en el
ejercicio de ese mismo oficio. En esta estirpe, más bien, ha sido visto como un
conflicto ético el hecho de que la información se considere una mercancía:
obtener la licencia para confundir comunicación con propaganda. Información con
publicidad. La verdad transparente con ficción maquillada de verdad.
En la mediación entre “periodistas emprendedores” y sus
clientes existe el riego de sacrificar el patrimonio de todos: la credibilidad.
El periodista puede limitarse a ser un instrumento, a cambio recibe la
compensación económica que, de ser abultada, en el balance de fin de año
ubicará al “emprendimiento” como exitoso. Nada más.
¿Que el ejercicio periodístico debe ser bien remunerado? Sí,
con reglas claras, y cuidando de que el “emprendimiento” no excluya los
compromisos deontológicos, que sería el camino corto. Y de lo que se trata es
que tengamos claro que esta dinámica de la comunicación colectiva y la
actividad empresarial pasa por la concesión permanente que la sociedad hace a
esas empresas para que la tengan informada; una concesión con rúbrica en el
derecho consuetudinario, lo que exige un compromiso irrenunciable con la
verdad, o con la aproximación a la verdad a través del ejercicio de la
honestidad intelectual de los periodistas.
La actividad del periodista es una mediación que no puede
ser valorada como un “emprendimiento”, porque “los hechos son sagrados” y no
objetos de negociación comercial. Lo que le da licitud es una acumulación de
credibilidad como su principal capital, y lo demás llega por añadidura; es la
dinámica menos perjudicial en el actual sistema de mercado.
Regresar sobre estas reflexiones es imprescindible luego del
fallido ejercicio académico de “montar un emprendimiento” y “venderlo” a un
empresario que descalificó la propuesta y nos devolvió la tranquilidad: no
somos buenos negociantes de la información.
Y una cosa más: que el periodismo sí construye. Ha
construido durante mucho tiempo, y creado un patrimonio de credibilidad que
aunque en algunos casos no ha amasado fortunas y en otras ha premiado con
credibilidad, fundamenta en la actitud crítica un camino indispensable para su
rol como mediador social.
Por eso, el periodismo, desde la crítica, sí construye.
Artículo publicado en EL UNIVERSO
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