Cristina vive la sentencia que la vida, implacable, le ha
dado: en unos meses se va a quedar totalmente ciega.
Ella tiene una hija, Juanita, con la que semanalmente asiste
a los talleres que desde hace poco un puñado de emprendedores universitarios
dicta en la Sociedad de No Videntes del Azuay, Sonva. Marco, Cristina, Juanita,
Alcívar, Manuel, David, Karla, Cristian, Vicente, Daniela, Israel, Dione...
todos no videntes parciales o totales quieren tener su propio espacio de radio,
al menos uno que supla todo lo que no escuchan en un medio que ha
olvidado los principios de la radiodifusión.
La lógica de Cristina es telúrica. Ingresó a Sonva para
aprender desde ya cómo se vive en la oscuridad. Tras sus gruesos lentes, unos
ojos desesperanzados aguardan la oscuridad total; pero mientras eso sucede está
en el proyecto al que denominan “proyecto de radio”. Y simultáneamente acumula
imágenes, crea memorias, ordena archivos visuales para recordarlos cuando caiga
la noche permanente: dónde estaba aquella puerta, qué color tenía el barranco
de la ciudad, cuán descomunales eran los templos del Centro Histórico. Cómo era
la sonrisa completa de su Juanita.
Y aprende a hacer radionovelas con las voces de sus amigos;
aprende a recrear la lluvia con el chasquido de los dedos, el golpe de las
palmas, sus brincos sobre la madera, y volverla y volverse una tempestad que
emociona hasta las lágrimas. Hasta el miedo.
Los 25 no videntes azuayos –que son parte de las 186.117
personas que en Ecuador tienen discapacidad visual, según datos del INEC– están
comprometidos y decididos a cumplir los objetivos trazados en el proyecto
Desarrollo creativo de habilidades e insumos comunicativos entre la Universidad
de Cuenca y la Sociedad de No Videntes del Azuay. Tener un espacio que recupere
los antiguos principios radiofónicos: las radionovelas, los recursos auditivos,
la descripción y el relato. Como si todos perteneciéramos a una audiencia de
ciegos.
Al momento los no videntes han desarrollado nuevas formas de
entender y analizar lo que hasta antes del proyecto calificaban como
“referentes” de la radiodifusión: voces estentóreas o impostadas que hablaban
de ellos mismos, o hablaban sin vergüenza. Sin una construcción definida.
Hoy aprenden a trabajar guiones con la complejidad propia
del sistema braille, y cuentan o adaptan cuentos, e imaginan entrevistas, y
radionovelas… Un segundo componente del proyecto es desarrollar aptitudes
literarias. El creador de esta iniciativa es Israel Idrovo, y la ha calificado
de urgente “dadas las características históricas de estigma, olvido y
marginación que este segmento de la población ha recibido en campos como el de
las políticas públicas, las prácticas sociales o los estudios académicos”.
Pese a todo ello, lo cierto es que los no videntes tienen
claras las ideas sobre una programación incluyente. Pero quieren ir más allá:
el nuevo objetivo trazado supera al espacio mínimo, ahora se han propuesto
lanzar su propia radio, la radio que no vemos, aprovechando las posibilidades
que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación. Una radio en
línea.
El equipo básico que requiere este grupo es un par de
computadoras, tarjetas de audio, micrófonos, una consola… todo lo demás lo
tienen en sus corazones. Y de sobra.
Artículo publicado en EL UNIVERSO
Fotografía tomada de Atendiendo a la diversidad
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