jueves, noviembre 16, 2006

¡No abandonen a Minchala, por favor!

Cuando yo me muera, me encantaría que digan de mi lo que realmente saben: digan que a veces tenía crisis de inseguridad, que frecuentemente me era difícil tomar decisiones.
Cuenten que fui egocéntrico, que abandonaba con facilidad a mi familia, y con poca frecuencia buscaba solidarizarme con mis compañeros de trabajo, cuando ellos reclamaban salarios justos o mejores condiciones.
Pregunten a mis amigos de la adolescencia y seguramente les dirán que más de una vez fui condicional e infiel. Que digan que no me gustaba el deporte, que aprendí a fumar temprano, que bebía copiosamente…
Que si muero violentamente y el alcohol y la imprudencia estaban presentes, pues que también lo digan…que no engañen a nadie…

La noche del martes 14 de noviembre fue movida en Cuenca. Cerca de las 21:00 Jacinto Minchala caminaba con su hermano rumbo a la casa de ambos, y debían ir junto al río Yanuncay. Jacinto resbaló y las turbulentas aguas se encargaron de desaparecerlo.
Más tarde, cerca de la 01:00 del miércoles, los periodistas Rocío Álvarez y Enmanuel Idrovo se divertían junto al río Tomebamba. Habían bebido unas copas. Nadie sabe con exactitud pero la muchacha cayó a las también turbulentas aguas. Idrovo, dicen los testigos, quiso salvarla y también fue arrastrado por la corriente.

Al día siguiente la ciudad se despertó alertada por la noticia: dos periodistas habían sido arrastrados por las aguas del río Tomebamba. Según la versión noticiosa de Francisco Ramírez, corresponsal de Telesistema, fue que los dos comunicadores participaban en un operativo de búsqueda de Minchala, y por ello cayeron al río.
Se trataba de dos periodistas, conmoción total…
La cobertura que alcanzó este hecho en los medios radiales locales fue desproporcionada. Se informaba la desaparición de dos amigos, no de cuatro personas, que era la cifra que sumaba un balance de las crecidas de los ríos cuencanos en los últimos cinco días, y que además confirmaba que un solo cuerpo había sido recuperado.
El periodista de EL TIEMPO comentó en la redacción que el grupo de colegas, frente al frío cadáver de Álvarez, rescatado al día siguiente del percance, decidieron no hacer fotografías y tomas con cámaras.
¿Repentino acceso moral?
¿Consideración ética siempre ausente cuando el muerto no es conocido?

El día que fue hallado el cuerpo de Idrovo, la mañana del 16 de noviembre, ninguno de los medios escritos había dicho una verdad completa.
Si bien en nada hubiera aportado el hecho de incluir los detalles de la especie de fiesta privada e imprudencia mezcladas, aquella noche del martes 14 de noviembre, tampoco aportaron las mentiras como que estaban en cobertura participando en un operativo de búsqueda de Minchala, o que fueron llevados a la orilla del río crecido a esas horas de la madrugada “por curiosidad periodística”.
Allí había una noticia: cuatro personas se ahogaron por imprudencia al acercase peligrosamente a las orillas de los ríos Tomebamba y Yanuncay. Nada de exagerados despliegues informativos que terminaron excluyendo a Minchala, único al que no hallaban cuando esto era escrito.

Los titulares decían “Periodistas ahogados”. Nadie tituló “Obrero ahogado”, cuando Minchala despareció. Y si llega a aparecer, no será velado en el Salón de la Ciudad, como los diligentes colegas de Idrovo lo consiguieron.
¿Los periodistas tenemos un áurea especial que nos pone sobre cualquier ciudadano común?
¿Mañana olvidaremos a Rocío Álvarez y Emmanuel Idrovo como lo hicimos con Jacinto Minchala desde el momento mismo que desapareció?

Por eso, cuando yo me muera, llenen mis recuerdos con verdades, por favor.

Y usted, ¿qué opina?