jueves, abril 26, 2007

La “alfombra roja” de la “apenas” del Ecuador

Desde el nombrecito desentonaba con un evento de la categoría de la IX Bienal Internacional de Pintura de Cuenca: “Desde la alfombra roja”
Sí. El nombrecito confirmaba esa peligrosa tendencia que cada vez es más evidente en los medios de comunicación ecuatorianos: la farandulización.
El canal: Telerama.
El Objetivo: informar todos los detalles de lo que al menos una de las presentadoras calificó tres veces seguidas en un mismo párrafo como un “importante acto cultural”.
La estrategia: cuatro entrevistadores, dos a la entrada, una en la platea alta y otra en la baja, entrevistando solamente -otratendencia frecuente en los medios de comunicación- al poder.
Y así pasaron desde el alcalde de la ciudad, el gobernador, concejales, coordinadores, jefes de las periodistas, hasta la embajadora de los Estados Unidos. Y los pobres respondiendo unas peguntas del calibre de: “Y el gobierno cómo ha apoyado a este importante evento”, sumada a la repregunta de “Y el gobierno cómo seguirá apoyando a importantes eventos como este”.

¿Y de lo que la comunidad debe conocer sobre la Bienal? Nada.
Apenas una breve referencia de la polémica por la homofóbica posición de un funcionario municipal que se atrevió a censurar una propuesta por el simple hecho de que el autor intentó compartir un momento suyo junto a su novio, mediante una valla pública.

¿Y sobre la información de los lugares, museos, plazas y calles en los que se ha instalado la Bienal? Nada.
Apenas la lectura apresurada de la información estadística del evento, y el relato casi deportivo del ingreso de los invitados, claro, todo auspiciado por lavadoras Mabe, y además “gracias al diseñador Luis Tippan (Tipán) por cederme el vestido para esta noche “.

Y como en esta tranquila madrugada en Ibarra no queda más que soportar, luego de la deportiva y farandulera “alfombra roja”, al pesado del Lobo y al anticuado del Marco en TV Clips, mejor me duermo para mañana seguir con el taller de crónicas con un puñado de periodistas que sueñan con ser mejores, y no como aquellos de televisión de la “apenas” del Ecuador.

Y usted, si también vio la “alfombra roja”, qué ¿opina?

martes, abril 24, 2007

La implacable policía, la implacable prensa

Anita tenía trece años cuando dio con mi familia. Vivía en una parroquia cercana y llegó solicitando trabajo. En casa necesitábamos esa ayuda así que la contratamos: el pago sería quincenal y le daríamos afiliación al seguro social; el trabajo sería entre las 08:00 hasta las 17:00; sábados hasta el mediodía.
Tres meses después confirmamos lo que ya habíamos sospechado. Anita nos estaba robando sistemáticamente. Pero antes de correrla o denunciarla, analizamos qué estaba sucediendo. Lo que sistemáticamente desaparecía era arroz, azúcar, unas fundas de leche…es decir ella y su familia tenían hambre, por eso robaba comida…así que decidimos hacernos de la vista gorda, no presentar reclamo alguno y buscamos acercarnos más a la familia: una madre alcohólica y un hermano detenido varias veces.
Anita tartamudeaba, y por eso la maestra de una de mis hijas propuso que la despidamos, pues María Elisa empezó a tartamudear. A Anita la dejamos de ver luego que financiamos un tratamiento dental para ponerle una prótesis…Además la pusimos en manos de una especialista del Sistema Red de Prevención del Maltrato a Niños y Niñas, SIREPAN, que le ayudó con sus maltratos y baja autoestima.
La lección que nos dejó el paso de Anita por la vida de nuestra familia es que hay gente dispuesta a hacer lo que sea por el hambre de los suyos…incluso robar…y aunque nada justifique el hecho de delinquir, debemos tener presente los motivos y las consecuencias de estos hechos si se hacen públicos…

La reflexión la hago a propósito de una información publicada en el diario en el cual soy editor…el 27 de abril se expuso una información sobre la detención de una persona, luego que fuera denunciada por otra que se decía víctima de robo por parte del acusado. La Policía, implacable y diligente, organizó una rueda de prensa en la que mostró al sospechoso con las pruebas del delito: una carabina que se utiliza para cacería y un par de zapatos. Eso era todo.
La nota se publicó en contraportada, con fotografía a color y con los nombres completos del sujeto.

¿Y la presunción de inocencia?
¿Y el derecho a la honra ajena y la protección de los nombres de los acusados?
Esas fueron un par de preguntas lanzadas por correo electrónico por un colega que vio la nota en la edición electrónica…y entonces claro, caímos nuevamente en el error que se desliza por una de las principales causas: el exceso de confianza…
Y nuevamente fuimos víctimas de la implacable Policía y su departamento de relaciones públicas…

lunes, abril 09, 2007

El Tin y “mi Capi”



Por Rubén Darío Buitrón
En el Ecuador ocurren casos vergonzosos en la relación entre el poder y los medios. Y es más burdo en el ámbito deportivo.
Ya sucedió con el caso Bolillo, el 8 de mayo del 2001. A las 21h30, en la cafetería del hotel Hilton de Guayaquil, seis individuos, entre ellos Jacobo Bucaram Pulley, primer hijo del prófugo ex presidente Abdalá Bucaram, y Joselo Rodríguez, dirigente del club Santa Rita de Vinces, en el que jugaba Dalo Bucaram, agredieron a Hernán “Bolillo” Gómez y a sus acompañantes, entre ellos el capitán Vinicio Luna.
Gómez recibió el impacto de la cacha de una pistola en la nariz y Rodríguez efectuó tres disparos. Uno de ellos impactó a Gómez en una de las piernas.
El episodio nunca quedó claro. A la prensa se le pidió silencio “por el bien del país” (la Tricolor estaba en camino hacia el mundial en Japón-Corea) y los medios callaron.
Un periodista valiente, ético y sin ataduras hubiera escrito un libro aleccionador sobre las relaciones del fútbol profesional con los partidos políticos y las de la prensa deportiva con la oscura dirigencia. Habría bastado investigar las presuntas promesas hechas a Bucaram para que su hijo jugara en la Tri y mirar qué periodistas deportivos, tomados del brazo del Emperador, participaron en la “multitudinaria” marcha en Quito para pedir al Bolillo que no renunciara al equipo.
Con el tiempo se comprobó que las clasificaciones al mundial fueron mágicas: la emoción, el orgullo y el patriotismo pelotero lograron que el país olvide aquel suceso y gracias al silencio mediático el Emperador siguió acumulando poder.
Seis años después son claros los efectos de ese silencio. Con su enorme arrogancia, el Emperador no perdonó que Agustín Delgado, uno de los jugadores más honestos y brillantes que ha dado el fútbol ecuatoriano en los últimos años, exigiera públicamente que se cancelara a los jugadores los premios económicos ofrecidos por la federación. Pocos meses bastaron para que el Emperador se tomara la revancha del Tin cuando éste perdió la cabeza en un partido entre Liga y Barcelona al finalizar el torneo 2006.
Al Tin lo sancionaron por un año y no puede jugar en ningún club no solo del país sino del mundo. Delgado quedó sin ingresos y también la fundación infantil que él auspicia en El Chota.
Se trata de un burdo acto de racismo y revanchismo que contrasta con la premura del Emperador para abrir los brazos a su hijo pródigo, Vinicio Luna, quien vuelve a la selección tras once meses de cárcel por haberse involucrado en un presunto caso de coyoterismo en la embajada de Estados Unidos.
Es paradójico, aunque ya no sorprende, que la lucha del Tin no tenga los espacios mediáticos que merece. Días antes, en la puerta del penal García Moreno, los periodistas deportivos transmitieron en vivo la salida de quien ellos, con una confianza que cruza los límites de la ética periodística, llaman “mi Capi”. Y el Emperador, siempre tan sonriente, comprobó de nuevo la facilidad con la que la prensa deportiva “da vuelta a la página”.