lunes, abril 09, 2007

El Tin y “mi Capi”



Por Rubén Darío Buitrón
En el Ecuador ocurren casos vergonzosos en la relación entre el poder y los medios. Y es más burdo en el ámbito deportivo.
Ya sucedió con el caso Bolillo, el 8 de mayo del 2001. A las 21h30, en la cafetería del hotel Hilton de Guayaquil, seis individuos, entre ellos Jacobo Bucaram Pulley, primer hijo del prófugo ex presidente Abdalá Bucaram, y Joselo Rodríguez, dirigente del club Santa Rita de Vinces, en el que jugaba Dalo Bucaram, agredieron a Hernán “Bolillo” Gómez y a sus acompañantes, entre ellos el capitán Vinicio Luna.
Gómez recibió el impacto de la cacha de una pistola en la nariz y Rodríguez efectuó tres disparos. Uno de ellos impactó a Gómez en una de las piernas.
El episodio nunca quedó claro. A la prensa se le pidió silencio “por el bien del país” (la Tricolor estaba en camino hacia el mundial en Japón-Corea) y los medios callaron.
Un periodista valiente, ético y sin ataduras hubiera escrito un libro aleccionador sobre las relaciones del fútbol profesional con los partidos políticos y las de la prensa deportiva con la oscura dirigencia. Habría bastado investigar las presuntas promesas hechas a Bucaram para que su hijo jugara en la Tri y mirar qué periodistas deportivos, tomados del brazo del Emperador, participaron en la “multitudinaria” marcha en Quito para pedir al Bolillo que no renunciara al equipo.
Con el tiempo se comprobó que las clasificaciones al mundial fueron mágicas: la emoción, el orgullo y el patriotismo pelotero lograron que el país olvide aquel suceso y gracias al silencio mediático el Emperador siguió acumulando poder.
Seis años después son claros los efectos de ese silencio. Con su enorme arrogancia, el Emperador no perdonó que Agustín Delgado, uno de los jugadores más honestos y brillantes que ha dado el fútbol ecuatoriano en los últimos años, exigiera públicamente que se cancelara a los jugadores los premios económicos ofrecidos por la federación. Pocos meses bastaron para que el Emperador se tomara la revancha del Tin cuando éste perdió la cabeza en un partido entre Liga y Barcelona al finalizar el torneo 2006.
Al Tin lo sancionaron por un año y no puede jugar en ningún club no solo del país sino del mundo. Delgado quedó sin ingresos y también la fundación infantil que él auspicia en El Chota.
Se trata de un burdo acto de racismo y revanchismo que contrasta con la premura del Emperador para abrir los brazos a su hijo pródigo, Vinicio Luna, quien vuelve a la selección tras once meses de cárcel por haberse involucrado en un presunto caso de coyoterismo en la embajada de Estados Unidos.
Es paradójico, aunque ya no sorprende, que la lucha del Tin no tenga los espacios mediáticos que merece. Días antes, en la puerta del penal García Moreno, los periodistas deportivos transmitieron en vivo la salida de quien ellos, con una confianza que cruza los límites de la ética periodística, llaman “mi Capi”. Y el Emperador, siempre tan sonriente, comprobó de nuevo la facilidad con la que la prensa deportiva “da vuelta a la página”.