martes, diciembre 11, 2012

Fiesta Feisbuc

El sentido común es el menos común de los sentidos. 
Fue mi recomendación a un grupo de estudiantes de periodismo que planteaba, como ejercicio académico, retomar las “denuncias” que la prensa local había recogido horas antes de boca de un oficial de la Policía: el riesgo que pone a los jóvenes cuencanos, las fiestas organizadas a través de la red social de Feisbuc.

Sus declaraciones las escuché por radio. Por eso no pude ver –sino solo imaginar– la dramática escena del oficial rasgándose la camisa de la indignación. La fiesta en la que realizaron el operativo fue convocada por Feisbuc; razón suficiente para sospechar que se trataba de un asunto medio demoniaco, “irregular”, como dijo la diligente prensa que recogía la noticia.

Una juerga convocada por la red social. Así que en respuesta plantaron, comandados por el intendente de Policía, un operativo que irrumpió en esa fiesta y “rescató” a los menores de edad. O sea, los detuvieron, entregaron a sus padres y organizaron la rueda de prensa para alertar a la ciudadanía de los maleficios y pecados que pueden provocar las fiestas convocadas por Feisbuc.

Como seguramente pensaron que se metieron a la opinión pública en el bolsillo del uniforme, repitieron el operativo en otra celebración privada –organizada por los estudiantes de un respetable colegio de la ciudad– y volvieron a “rescatar” a los menores de edad que habían esperado que aquella sea una noche memorable. Ahora había pruebas demoniacas: se estaba vendiendo licor.

Y había que dudar de la formación recibida por los chicos en sus casas. Los cargos, entonces, fueron esos: menores de edad en una fiesta. Venta de licor. La duda que me agobia es si es que los policías y un intendente se están tomando en serio su “papel moralizador” y ejemplificador en materia de matinés, y la mejor herramienta propuesta es irrumpir en ellas, cortar la música y “rescatar” a los “menores de edad”. Convocar a ruedas de prensa.

O quizá la lectura debe ser otra: no actuar bajo presupuestos de los efectos demoniacos que dejan como consecuencia el convocar a una fiesta por la red social, donde además se vende alcohol. Tal vez se deba trabajar en el tema de los principios pero en otros escenarios, con otras perspectivas, menos mediatizadas, satanizadas y prejuiciadas. Satanizadas y prejuiciadas, además, por los operadores semánticos que toman estos hechos y los vuelven “noticias sensacionales”, e impostan la voz para que el hecho –que diosito nos guarde– parezca más serio.

 Hace poco, un brote de curuchupismo periodístico eclosionó cuando en los hospitales públicos se retiraron de los pasillos y hasta de los quirófanos, imágenes religiosas. Y la decisión, más que como un tema sanitario por toda la parafernalia que acompaña a esas imágenes, fue vista como el retorno de los “comeguaguas”. (Me es inevitable, además, imaginarme a un médico encomendándose a la divinidad antes de una operación. El paciente debería escapar en el acto).

 La responsabilidad y la tolerancia al momento de informar hechos como los expuestos, son tan necesarios como grave puede ser el obviar la recomendación inicial: El sentido común es el menos común de los sentidos.

 En periodismo, es muy dañino.

Artículo publicado en EL UNIVERSO