domingo, octubre 31, 2010

Bravatas al aire


“Quédense tranquilos allá en control, que la entrevista sigue hasta que yo decida”.La frase la suelta repentinamente, en medio de una entrevista, el presentador de noticias Carlos Ochoa, en el canal incautado Gama TV.

Y por unos segundos nos despista a los –seguramente- pocos televidentes que nos aventuramos a encontrar algo con dignidad periodística en aquellos espacios mal llamados “noticiarios”.

La entrevista se desarrolla con el ex ministro de Economía, Jorge Gallardo Zavala, sobre quien Ochoa no oculta su admiración y a quien, con insistencia, pide que ilustre cómo se afecta la credibilidad de un Gobierno, para compararlo con el daño que dicen le hacen al suyo. Al de Ochoa.

Pero la reflexión de esta entrada no va por el lado de la falta de imparcialidad de ciertos noticiarios, sino de la ligereza con la que actúan ciertos presentadores y locutores de radio y televisión, por comodidad y falta de rigor en su trabajo.

Aunque la frase “Quédense tranquilos allá en control, que la entrevista sigue hasta que yo decida”, más que un mensaje al operador que debe ir a publicidad, es una demostración pública a la audiencia: “Aquí –por fin- mando yo”.

Los de falta de rigurosidad se evidencian en radio.

“No Rubén, ese casette no –todavía los usan- el otro…el blanco”, decía un locutor a su “control master”, al aire para solicitarle que "suelte" la entrevista que, demás está decirlo, no esta editada.

“A ver mi querido Eddy, a ver si bajamos el volumen del retorno”, recomendaba uno de deportes en medio de un partido de fútbol.

Esos ruidos molestan. Nos despistan porque entorpecen el mensaje. Y revelan falta de planificación, coordinación interna, exceso de confianza del locutor o presentador.

Recuerdo una conversación sobre este tipo de imprevisiones en televisión: a Tania Tinoco la multaron en el canal del cerro porque en una toma salió despeinada.

La misma prolijidad que ciertos medios privados tienen con sus empleados, los productores independientes deberían tener con sus trabajos. Y cuando no lo hacen, hay que decirles…

Es nuestra prerrogativa como audiencia.

miércoles, octubre 13, 2010

Periodistas infieles


¿Es un hecho noticioso –mediático, suelen decir algunos- la doble vida que mantenía en secreto uno de los mineros que hasta este miércoles estuvo atrapado en la mina San José, al norte de Chile?

“El doctor”, como le conocen a este electricista de 52 años, saltó a la nada envidiable fama mediática porque la prensa se enteró que dos féminas esperaban la salida: su mujer y su esposa.

Pero, insisto en la pregunta: ¿es un hecho relevante? O ¿escabroso y alpiste para el morbo?

La suerte de “El doctor” quedó echada cuando los medios decidieron dar generosos despliegues a su situación marital. Para una facción de la sociedad machista -y de la prensa mojigata- “El doctor” pasó a ser una especie de referente, pero al mismo tiempo de flagelación y burla indirecta.

Si de mí dependiera, el perfil sería muy bajo. Nada de exacerbar los ánimos en su contra o lapidar a su familia con la pesada carga que puede provocar una prensa irreflexiva que publica el tema con un tufo moralista.

¿Cuántos de los periodistas y editores que trataron el tema tendrán el mismo gusto por los “turnos dobles” –causa por la que “El doctor” quedó atrapado 70 días a 700 metros bajo tierra- ¿Se mirarán en su espejo?)

La infidelidad es noticia en este caso, pero ¿a título de qué? No logro entender, con sensatez, el objeto de divulgar, tuitear y retuitear el tema en medios digitales y redes sociales.

¡Cuidado! Que la doble moral no nos ponga en la categoría de “periodistas infieles” con las audiencias.

jueves, octubre 07, 2010

Secuestrados


Algo extremadamente grave ocurrió el 30 de septiembre anterior, cuando dos derechos fundamentales para los 14 millones de ecuatorianos, seguridad e información, fueron secuestrados.

El primer atentado ocurrió desde las 07:30, cuando la estulticia uniformada hizo creer a unos pocos que estaban autorizados a atentar contra lo más preciado del ser humano, su seguridad, para lograr sus “pingües” aspiraciones egocéntricas (ascensos y medallas en el pecho) y económicas (bonos y aguinaldos al bolsillo).

Y así empezó una especie de miedo ascendente: desde muy temprano las calles se volvieron un poco más desprotegidas que antes, solo que ahora los propios policías alentaban desorden, caos, irreverencia. El irrespeto a todo lo sensato.

El miedo se convirtió en pánico cuando se conocieron los primeros desmanes, saqueos, asaltos a mano armada en almacenes y agencias bancarias. En imágenes pintorescas y patéticas se vio a los patrulleros destinados a ofrecer seguridad, circular con sus sirenas ululantes mientras desde los baldes llenos de integrantes del Movimiento de Izquierda Universitario, MIU, se lanzaban “consignas reivindicatorias”. ¡MIU y Policía!, mezcla vergonzosa y explosiva por las calles de la progresista Cuenca.

Y el pánico desembocó en terror cuando a las 20:00 los medios privados se liberaron del otro secuestro, el informativo, para mostrarnos las imágenes de lo que realmente había ocurrido horas antes en el país, y ocurría en ese momento en la capital: ecuatorianos de uniforme enfrentándose a bala; en el medio, civiles.

La declaratoria del estado de excepción y la consecuente “cadena obligatoria e indefinida” fue el anuncio del segundo atentado democrático del jueves 30 de septiembre: los medios de comunicación obligados a contar una sola versión de los hechos.

El reto que planteó este segundo secuestro a los medios públicos y a los incautados por el Estado, que inesperadamente se volvieron públicos, superó sus expectativas técnicas y profesionales.

Fueron incapaces de tratar un tema del cual dependía la vida del Presidente de la República. Sus limitaciones tanto periodísticas como de logística provocaron desinformación, lo que directamente se complicó cuando se alinearon como si fueran simples relacionistas públicos del régimen, operadores de un carrusel de entrevistas a las que accedían solamente funcionarios, algunos totalmente alejados del escenario que se había planteado.

Olvidaron sus obligaciones periodísticas. Su compromiso con la verdad. Y si bien la objetividad es un tema superado en el ámbito de la comunicación social, los secuestradores de la información se olvidaron de la imparcialidad, de sus valores éticos. Jugaron a manipular.

¿Habrá ido la señora Giovanna Tassi, directora de la Radio Pública del Ecuador, a la toma del Hospital de la Policía, tal como pidió a través de aquellos micrófonos a una ciudadanía que desconocía que allí estaban 1.500 policías enardecidos y dispuestos a matar, tal como revelaron las grabaciones de la central de radiopatrulla?

Si ella fue, es su responsabilidad. Lo que le está prohibido es usar la concesión ciudadana de estar al frente de un medio que nos pertenece a todos, para promover un contralevantamiento civil. Como acostumbra radio La Luna.

Lecciones que deja una sublevación policial y cuyos responsables deben ser sancionados. Tanto los uniformados, que secuestraron la seguridad ciudadana, como los civiles –serviles– incapaces de responder a la demanda informativa en tiempos de crisis

Artículo publicado en EL UNIVERSO

viernes, octubre 01, 2010

La revictimización en televisión


¿A la final quién tuvo la razón? Los interesados en el buen periodismo merecemos una conclusión.

La semana anterior se trabó, en el universo del Twitter, una discusión virtual entre el director de noticias de un canal nacional y el jefe de redacción de un periódico local. El tema: la entrevista a una niña violada.

El argumento de uno apunta a que la niña, al ser expuesta a la interpelación ante una cámara es nuevamente sometida, abusada, irrespetada. La defensa del otro fue que no hay otra forma de revelar un hecho: las niñas violadas hablan de eso con sus abogados, psicólogos, fiscales, entonces ¿por qué no han de hacerlo con un periodista?

Extrayendo los mensajes subidos de tono, que pueden llevar el tema al campo personal, hay algunos elementos que indican que no, que es un asunto público y que una conclusión en uno u otro sentido es necesaria, indispensable, orientadora.

Nada justifica la exposición mediática de una víctima de violación –mucho menos si se trata de una menor de edad– con la intención de “ayudarle”. A eso se llama revictimización y no está relacionada únicamente con la exposición mediática de las víctimas de abuso sexual, sino con la frecuencia con la que se la obliga a la reedición de su caso con fiscales, abogados, policías, etcétera.

Que una víctima de violación deba contar varias veces su experiencia, la perturba. No me refiero al hecho de que se la coloque ante cámara, micrófono y periodista, sino a las etapas propias del proceso judicial. (Con mucha frecuencia ciertos periodistas caemos en la arrogancia de pensar que somos los únicos que podemos ayudar, al divulgar este tipo de “noticias”).

El psicólogo y pediatra estadounidense Arnold Gesell concibió un domo especial para interrogaciones y evaluaciones psicológicas a niños. Se trata de una habitación doble, separada por un vidrio de visión unilateral que permite a los actores de un proceso judicial asistir colectivamente a una única declaración de la víctima sin que su presencia la indisponga. Una estrategia, además, para evitar declaraciones posteriores.

En la primera mitad de esta década, la Fiscalía del Guayas gestionaba la instalación de una Cámara de Gesell –se la llamó así en honor al inventor– para el registro de declaraciones o entrevistas, pero el año anterior el Centro para la Promoción y Acción de la Mujer ya alertaba los perjuicios que provocan su no utilización en una provincia con el más alto índice de casos de abuso sexual.

En el terreno del periodismo, hay que entender que una violación en sí no constituye noticia. Hay que darle otras proporciones temáticas: estadísticas, prevención, alertas, etapas de recuperación, guías para los padres de una víctima. Cualquier eje, menos obtener los detalles –de primera mano– de la víctima como fin único.

Finalmente, hay una extensa legislación que protege el derecho de los niños ante este tipo de revictimizaciones no tan sutiles, y un compendio de mandatos morales en el Consultorio Ético del maestro Javier Darío Restrepo, en el portal de la Fundación por un Nuevo Periodismo Iberoamericano (fnpi.org).

Su lectura es una obligación infranqueable para todo quien recibe la concesión ciudadana de ser llamado ¡periodista!


Artículo publicado en EL UNIVERSO