sábado, agosto 03, 2013

Se me cae Watergate

Entonces ayer, como ahora, Watergate se presentaba como el ícono del periodismo de investigación, de la ética y la moral norteamericanas: el intento de instalar un sistema de escucha telefónica –léase espionaje– involucrando a republicanos en contra de demócratas, en medio de una campaña presidencial en la que Richard Nixon buscaba su reelección, fue descifrado luego como un escándalo al más alto nivel del gobierno de los Estados Unidos. Y nosotros, jóvenes estudiantes de periodismo, queríamos ser algún día como Carl Bernstein o Bob Woodward. Y “bajarnos” un presidente corrupto porque así creíamos que era el sistema.

El 17 de junio de 1972, hace 31 años y 24 días, la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata fue allanada por cinco hombres descubiertos por un conserje inoportuno –para ellos–. Se inició así una investigación periodística que terminaría, dos años más tarde, con la dimisión del trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos, el 8 de agosto de 1974. El caso tomó el nombre del complejo de oficinas donde estaba la sede demócrata: Watergate.

Nixon había instalado, además, un sistema de escucha en la oficina oval de la Casa Blanca. Y el proceso terminó tras revelar los entrelíneas de este escándalo que fijaba en el imaginario mundial una construcción favorable en torno a los principios y valores sobre lo que se consideraba como lo socialmente correcto. Al estilo norteamericano.

Entonces hoy, como ayer, tras conocer el programa de espionaje que los Estados Unidos han desarrollado en el planeta, las lecciones del caso Watergate –más en lo moral que lo periodístico– se desmoronan. Y lo “socialmente aceptado” se ha reducido a la sentencia que mi amigo Patricio lanzó en medio de una plática matizada con un café mañanero: “Watergate es nada frente a lo que ha evidenciado Edward Joseph Snowden”.

En palabras del propio Snowden, y lo replicado en medios internacionales: “El gobierno de los Estados Unidos de América ha montado el mayor sistema de vigilancia del mundo. Este sistema global afecta a toda vida humana vinculada a la tecnología; grabando, analizando y sometiendo a un juicio secreto a cada miembro del público internacional. Supone una grave violación de nuestros derechos humanos universales cuando un sistema político perpetúa el espionaje automático, generalizado y sin garantías contra personas inocentes”.

Patricio tiene razón, lo otro es nada frente a las dimensiones globales que alcanza esta red de espionaje ilegal e ilegítima, y que no se absuelve a sí misma por el hecho de que otros también lo hagan, o admitiendo que “Estados Unidos sí recoge información en el extranjero del mismo tipo recogido por todas las naciones”.

Las acusaciones sobre los motivos de este espionaje son graves, para husmear en temas energéticos y petroleros, militares y de seguridad, e incluso algunos “con fines desestabilizadores de gobiernos democráticos”.

Y como los contextos son diferentes, ahora no son cinco agentes los que fisgonean en una sede, hoy se denominan X-Keyscore, Prism, Boundless Informant, y quizá este mismo momento “miren” a través del monitor por el cual leemos o compartimos este artículo.

Concluyendo, ese Gran Hermano, ojo omnipresente que todo lo ve, sabe y juzga, habla en inglés. Y no tiene remordimientos.

Artículo publicado en EL UNIVERSO