viernes, diciembre 17, 2010

El periodismo deportivo


“El periodista hincha no informa, sentencia. No analiza, insulta. No comenta, azuza. No razona, solo siente. No critica, odia.”

Este twitt es una de las saetillas que el periodista cuencano Juan Francisco Beltrán lanza a diario en su cuenta de Twitter; esta vez contra el periodismo deportivo (¿periodismo?) a propósito del cierre de campeonato con la desafortunada actuación del equipo local.

El Expreso Austral concluyó el año con una diáspora que le dejó solamente con el arquero en la plana de titulares. Ello desnudó, una vez más, a muchos hinchas con micrófono que se hacen llamar periodistas y que confunden sentencia con información; insulto con análisis; azuzo con comentario; sentimiento con razón, y odio con crítica.

No quiero generalizar, conozco a muchos reporteros serios y rigurosos del periodismo deportivo ecuatoriano, pero lamentablemente son minoría.

¿Entonces por qué referirme anacrónicamente a este tema que remite a hechos del cierre del campeonato? Porque precisamente un periodista deportivo, Guido Manolo Campaña, puso el ejemplo que reivindica a este género.

Él denunció la suplantación de identidad de Ángel Lizardo Cheme Ortiz por la de Gonzalo Javier Chila Palma, acto tramposo que favorecía la participación del primero en el fútbol ecuatoriano, rebajándose su edad.

Durante el proceso de investigación Campaña fue secuestrado, maniatado, golpeado y amenazado de muerte. Los captores conminaron a los compañeros del periodista para que no publiquen la historia, presión que no prosperó.

Guido Manolo Campaña es un periodista deportivo y de investigación de larga data. Y reincidente: no es la primera vez que pone en riesgo su integridad por un caso que demuestra el lado mafioso del deporte ecuatoriano; lo hizo ya en la década de los noventa con el caso de Moisés Cuero, jugador del Emelec que alteró su edad. En aquella ocasión también recibió amenazas.

Además investigó la red de corrupción en la construcción de escenarios deportivos, cuando el ex ministro del Deporte del actual régimen, Raúl Carrión, y varios de sus asesores, terminaron en prisión.

En todos estos casos Guido Manolo Campaña cumplió ante la comunidad como periodista. Quienes están rezagados son los otros actores: fiscales, jueces, dirigentes… El ejemplo puesto por este periodista deportivo debe calar en quienes están en el género. Porque se trata de superar la rezagada conducta de periodista hincha que tras el triunfo del equipo de su predilección ensalza, adula y lisonjea; o que se deprime y descarga su frustración lapidando a jugadores, árbitros o dirigentes, cuando el cuadro pierde.

Aclaración: En mi artículo A fuego cruzado, del jueves 9 de diciembre, erróneamente sostengo que la pena por conducir en estado de embriaguez es prisión de 30 a 180 días y multa de cinco a diez salarios mínimos vitales. Lo correcto es: 3 días de prisión, 10 puntos menos de la licencia, multa de una remuneración básica y la detención del vehículo por 24 horas. En lo que no erré es en mi apreciación de que el policía Juan Alviño Chiluiza reemplazó esta sanción por la pena de muerte: es el autor del disparo que terminó con la vida de Edwin Barros Velín.

Artìculo publicado en EL UNIVERSO

viernes, diciembre 10, 2010

A fuego cruzado


Que la delincuencia actúa con extrema violencia, es un hecho que aterra. Pero que la Policía aporte irresponsablemente a aquella espiral de violencia, ubica a los ciudadanos comunes en medio del fuego cruzado.

Ocurre en el Azuay. Y el caso más reciente es el de Edwin Barros Velín, un universitario que la madrugada del jueves cometió una contravención grave (conducir en estado etílico) cuya sanción (prisión de treinta a ciento ochenta días y multa de cinco a diez salarios mínimos vitales generales) fue reemplazada por la pena de muerte.

Aquella noche Barros Velín circulaba en su vehículo en compañía de cuatro amigos más cuando desde un patrullero le solicitaron detenerse. Como habían bebido, decidieron huir. Según un parte de radiopatrulla, a las 02:40 el teniente Israel Costales solicita refuerzos para detener el vehículo, y a las 02:51 una mujer policía con el rango de Subteniente comunica que interceptaron el jeep Chevrolet Blazer. En total diez patrulleros, 23 policías, lo rodean y algunos de ellos abren fuego.

El conductor recibe un disparo en la cabeza justo cuando pedía, por la ventanilla, que no disparen, que se todos entregarían. Los bajaron en medio de golpes, incluido al conductor que se desangraba. Tres horas después todos quedaban libres y Edwin Barros Velín iba para la morgue.

La respuesta oficial de la Policía demoró cuatro días, en medio de una insistente presión social por conocer su versión. Pero esta se limitó a un escueto comunicado del comandante de policía Edmundo Merlo, que sonó a amenaza: “pedimos a la ciudadanía que respete las disposiciones que se dan en los operativos policiales, para luego no estar lamentando situaciones como estas”.

Interpretando las palabras del comandante, exculpa a sus compañeros de uniforme y arma, y justifica el uso irracional de la fuerza en contra de quienes ellos consideren “sospechosos peligrosos”.

Los uniformados que actuaron en este caso seguramente desconocían las directrices contempladas en los Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego: detención, uso progresivo de la fuerza, armas no letales y uso del arma letal, e investigación sobre su uso y apoyo psicológico al policía (en caso de uso justificado, por supuesto).

Al menos, Edwin alcanzó a ver a su madre, que vive desde hace once años en los Estados Unidos, pues ella había retornado tres días antes de los hechos, para pasar Navidad junto a su hijo único.

Según el documental “Archivos de la Comisión de la Verdad”, presentado en esta ciudad al día siguiente de la amenaza del comandante Merlo, en el país hay 456 víctimas –118 casos de violencia–, cuya aclaración está pendiente. Uno de ellos es el de Damián Peña Bonilla, un estudiante secundario que recibió un disparo en medio de los ojos cuando participaba en una manifestación callejera en las inmediaciones de la Universidad de Cuenca. La bala era de dotación policial.

Por ello, como los azuayos se sienten cansados de tanta delincuencia y violencia, ayer marcharon nuevamente para exigir justicia. Lo grave es que exigen justicia no solo por la acción de los antisociales, sino por la reacción desmedida y antiprofesional de la mismísima Policía.

viernes, noviembre 26, 2010

Y ahora qué, ¿a la picota?

Los cielos limpios de la Cuenca de la década del setenta eran perfectos para la materia Lugar Natal. Fueron las clases más entretenidas: Dejábamos las aulas para recorrer, primero, el perímetro de la escuela; luego nos arriesgábamos hasta los límites del centro histórico, más tarde llegábamos a los prados, a quince minutos de recorrido desde el viejo local de la escuela.

Hubo una caminata que se nos grabó de forma intimidante. Fue la visita a La Picota, una columna piramidal levantada en 1787 con cal y ladrillo, en cuyos vértices superiores sobresalen, horizontalmente, cuatro bloques –zoomorfos– de piedra, sobre ellas un monolito con una extraña figura.

“Aquí colgaban a los delincuentes, para el escarnio público”. Resultaba fácil sobrecoger a niños de ocho años con aquellas palabras. Ver, desde casi tres metros más abajo, esos bloques de piedra –imaginando a seres humanos colgando de sus pescuezos– era perturbador.

Todos regresamos temerosos a casa. Y juramos ser más obedientes, no vaya a ser que nuestra “mala educación” nos lleve a delinquir, y por lo tanto a la dolorosa experiencia de terminar guindados en la picota.

En la secundaria, seis años ininterrumpidos nos acompañó la imagen de La Picota. El recorrido del colectivo hasta el colegio pasaba por el barrio El Vecino, el más antiguo de la ciudad y “huésped” de este vergonzoso “monumento”.

Pero el temor ya había desaparecido. Los salesianos –que nos tenían tres de los cinco días de la semana aprendiendo oficios prácticos en talleres– decían que la delincuencia no siempre es producto de un mal corazón, sino fundamentalmente de la pobreza. Y aunque no la justificaban, decían que solo así, aprendiendo oficios, se la combatiría. Y, por ende, también a las picotas, pensaba.

Hoy tengo la impresión de que se quiere regresar a los tiempos de la picota. ¿Las pruebas? Decenas de mensajes en redes sociales que comentaban rabiosos la muerte de Bruno Barcos Betancourt, y otros que daban cuenta de la detención de dos sospechosos…

Mensajes, algunos, que, de la misma forma que lo hace la delincuencia, olvidaban los principios básicos de la convivencia humana, el Estado de derecho, la presunción de inocencia, y exigían picotas. ¿Que no nos debe preocupar? ¡Algunos de los que dejaban mensajes eran periodistas! Por qué no preocuparnos entonces.

No vivo en Guayaquil y por ello no siento el estado de desamparo ante la delincuencia en la que están sus ciudadanos. Pero la muerte de Bruno Barcos, que agitó el asunto e incluso sentó al gobernador Cuero y al alcalde Nebot a hablar de cómo enfrentar la inseguridad, deja también otras lecciones.

Una de ellas, la más visible, es la inequidad. En la marcha del martes anterior León Noboa, Juana Cantos, Norma Durán, Daysi Mera, Marilú Álava, Mariana Arzube… por citar unos nombres, también perdieron a sus hijos en manos de la delincuencia, solo que sus casos no fueron prioridad para Policía ni Fiscalía. Jerson García Jaramillo y Francisco Franco, dos niños que también murieron por la delincuencia, no tuvieron un padre periodista. Ni más periodistas alentando que se levanten versiones contemporáneas de picotas.

Nada debe justificar la violencia y la agresión. Ni siquiera la misma violencia.

No creo que en el retorno a la picota esté la solución.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

lunes, noviembre 22, 2010

Prejuicios sobre la sala de redacción

Mi padre se hizo fotógrafo por amor: adolescente, se enroló en un conocido estudio cuencano buscando la oportunidad de enamorar a mi madre, que laboraba en ese lugar.

Por eso nunca pasó por el colegio; decidió seguir una maestría en la universidad de la vida. Sesenta años después, inauguraba una exposición de su trabajo en blanco y negro: la selección de lo mejor de su archivo de seis décadas sobre el patrimonio edificado de Cuenca.

En aquella reciente exposición, y por primera vez en las más de diez muestras realizadas, se contactó a un curador, experto en arte, dueño de una galería y con estudios formales en la materia.

Mientras el curador seleccionaba las obras, teorizaba sobre el manejo cromático, las líneas y sus proyecciones, la composición, los planos, la luz… Y a cada comentario académico sesudamente argumentado, mi padre fruncía el ceño y mostraba un rostro de incertidumbre.

“Nunca he pensado en esos efectos, pero si él lo dice, así ha de ser”, comentó en voz baja para no indisponer al crítico que miraba, analizaba y reflexionaba –con especulaciones, a ratos– sobre cómo había sido tomada la fotografía que a mi padre le costó solamente calcular luz y velocidad, cerrar el ojo izquierdo, apuntar y disparar.

Esa sensación de incertidumbre paterna ante el discurso académico se me vino a la memoria esta semana cuando asistí a un encuentro de “actores sociales” y promotores de universidades y organismos no gubernamentales, reunidos para hablar del papel del periodismo en el Ecuador y los “elementos para una lectura crítica de la prensa”.

Absorto, escuchaba un discurso que deshilvanaba complicados tejidos de supuestas “relaciones entre periodismo, estatus quo y stablishment”. Conclusiones que, sin dar oportunidad a la duda, mostraban una prensa como herramienta para mantener intacto el poder económico de este país.

De todos los asistentes, fui el único que nunca se percató de aquello, pese a que por 15 años había estado dentro de redacciones de diarios nacionales, regionales y locales.

Casi se podía concluir, como una verdad indiscutible, que la planificación al interior de las redacciones de todos los medios privados, sirven para trazar una agenda que “dé soporte al poder constituido”. Que pone en escena un país ficticio que lo único que pretende es “excluir a la sociedad y sus grupos organizados: niños, mujeres, ONG, trabajadores, obreros…”.

Generalizaciones –no todas– y argumentaciones desde fuera –la mayoría– construyeron una realidad acomodada al discurso teórico, sociológico y hasta político-reivindicativo en torno a unos medios privados, en realidad internamente desconocidos por los interpelantes.

Mi reflexión fue que, mientras se sigan construyendo conceptos con argumentos prejuiciados y sin una mínima verificación experimental, la polarización y divorcio entre medios privados e instituciones –que buscan despliegue en esos mismos medios–, será cada vez más peligroso y perjudicial.

Quizá cuando se considere en el debate el afán constructivo de la agenda de las salas de redacción de la mayoría de medios privados, donde obreros de la palabra se juegan 25 horas al día por un producto altamente perecible, se dará el espacio de respeto, tolerancia y aceptación mutua en la búsqueda de consensos.

Todo lo demás, es especulación.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

jueves, noviembre 11, 2010

El pecado del periodista Guerrero


“Lo que pasa es que mi título dice: ‘comunicadora social’, y por eso puedo hacer periodismo y asesorar a cualquier personaje”.

Ese fue el argumento que la ex compañera de la Escuela de Periodismo daba como respuesta a la pregunta –en realidad una recriminación– ¿Si te crees periodista, cómo es que decides asesorar a un político?

La recriminación disfrazada de pregunta no logró su real objetivo: motivar una mínima reflexión sobre los antagonismos, las distancias, las diferencias, la incompatibilidad entre periodismo y relaciones públicas; entre periodismo y asesoría política. El escudo perfecto, la justificación, consistía en endosar los argumentos de este evidente conflicto de intereses, a los alcances del título universitario que ampulosamente rezaba: “comunicadora social”.

La ex compañera en mención activó la puerta giratoria irresponsablemente instalada en el umbral de los dos oficios: periodismo y relaciones públicas, y que constantemente es utilizada por los reporteros para pasar de un lado al otro de la práctica de una “comunicación social” interpretada, desde luego, con todos sus sesgos e intereses. La figura de la puerta giratoria corresponde, lo cito, al periodista colombiano José Hernández en su libro Periodismo: ¿oficio imposible?

Por ello resulta tolerable que aquel periodista que se codeó con el poder del asesorado, o que incluso terminó desplazando a su asesorado para asumir el cargo que lo vincularía directamente con el poder, regrese sin remordimientos a su anterior papel de periodista, de “comunicador social”, con la convicción de que su poca o mucha credibilidad permanecerá intacta hasta el final de los tiempos.

Y peor aún cuando muy poco se reflexiona en ciertas facultades de Comunicación Social sobre la incompatibilidad de estos dos oficios, y más bien las convierten en tareas compatibles y “forman” a los futuros profesionales con estas dos opciones desarrolladas en una misma malla curricular, con materias troncales, sin reparar en las diferencias abismales ocultas en las intencionalidades de cada una. La incompatibilidad radica, especialmente, en que una de las esencias del periodismo es mostrar la verdad, aquella verdad que las relaciones públicas –o las asesorías políticas– intentan ocultar.

Con estas premisas, entonces, me permito reparar en que el verdadero pecado del periodista Hólger Guerrero, quien ha declarado como testigo en el proceso que investiga la sublevación policial del 30 de septiembre anterior, es el hecho de pasear por aquella puerta giratoria y simultáneamente pretender ser periodista y asesor de un político del partido de gobierno. Esa es, en realidad, la versión deformada de un “comunicador social”.

Guerrero dice haber ejercido la comunicación social 26 años consecutivos. Pero no han sido suficientes como para tomar consciencia de que el mayor patrimonio de un periodista es su credibilidad. Y la puerta giratoria de las relaciones públicas y la asesoría política minan la credibilidad de quien todas las mañanas toma un micrófono y busca aproximarse a los hechos.

El pecado del periodista Guerrero debe servir como tema de debate al interior de las aulas universitarias y sus escuelas de periodismo, sobre la incompatibilidad de estos dos oficios.

Porque solo el fútbol o la política pueden aguantar los cambios de camiseta de la puerta giratoria. El periodismo, sencillamente, no.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

domingo, octubre 31, 2010

Bravatas al aire


“Quédense tranquilos allá en control, que la entrevista sigue hasta que yo decida”.La frase la suelta repentinamente, en medio de una entrevista, el presentador de noticias Carlos Ochoa, en el canal incautado Gama TV.

Y por unos segundos nos despista a los –seguramente- pocos televidentes que nos aventuramos a encontrar algo con dignidad periodística en aquellos espacios mal llamados “noticiarios”.

La entrevista se desarrolla con el ex ministro de Economía, Jorge Gallardo Zavala, sobre quien Ochoa no oculta su admiración y a quien, con insistencia, pide que ilustre cómo se afecta la credibilidad de un Gobierno, para compararlo con el daño que dicen le hacen al suyo. Al de Ochoa.

Pero la reflexión de esta entrada no va por el lado de la falta de imparcialidad de ciertos noticiarios, sino de la ligereza con la que actúan ciertos presentadores y locutores de radio y televisión, por comodidad y falta de rigor en su trabajo.

Aunque la frase “Quédense tranquilos allá en control, que la entrevista sigue hasta que yo decida”, más que un mensaje al operador que debe ir a publicidad, es una demostración pública a la audiencia: “Aquí –por fin- mando yo”.

Los de falta de rigurosidad se evidencian en radio.

“No Rubén, ese casette no –todavía los usan- el otro…el blanco”, decía un locutor a su “control master”, al aire para solicitarle que "suelte" la entrevista que, demás está decirlo, no esta editada.

“A ver mi querido Eddy, a ver si bajamos el volumen del retorno”, recomendaba uno de deportes en medio de un partido de fútbol.

Esos ruidos molestan. Nos despistan porque entorpecen el mensaje. Y revelan falta de planificación, coordinación interna, exceso de confianza del locutor o presentador.

Recuerdo una conversación sobre este tipo de imprevisiones en televisión: a Tania Tinoco la multaron en el canal del cerro porque en una toma salió despeinada.

La misma prolijidad que ciertos medios privados tienen con sus empleados, los productores independientes deberían tener con sus trabajos. Y cuando no lo hacen, hay que decirles…

Es nuestra prerrogativa como audiencia.

miércoles, octubre 13, 2010

Periodistas infieles


¿Es un hecho noticioso –mediático, suelen decir algunos- la doble vida que mantenía en secreto uno de los mineros que hasta este miércoles estuvo atrapado en la mina San José, al norte de Chile?

“El doctor”, como le conocen a este electricista de 52 años, saltó a la nada envidiable fama mediática porque la prensa se enteró que dos féminas esperaban la salida: su mujer y su esposa.

Pero, insisto en la pregunta: ¿es un hecho relevante? O ¿escabroso y alpiste para el morbo?

La suerte de “El doctor” quedó echada cuando los medios decidieron dar generosos despliegues a su situación marital. Para una facción de la sociedad machista -y de la prensa mojigata- “El doctor” pasó a ser una especie de referente, pero al mismo tiempo de flagelación y burla indirecta.

Si de mí dependiera, el perfil sería muy bajo. Nada de exacerbar los ánimos en su contra o lapidar a su familia con la pesada carga que puede provocar una prensa irreflexiva que publica el tema con un tufo moralista.

¿Cuántos de los periodistas y editores que trataron el tema tendrán el mismo gusto por los “turnos dobles” –causa por la que “El doctor” quedó atrapado 70 días a 700 metros bajo tierra- ¿Se mirarán en su espejo?)

La infidelidad es noticia en este caso, pero ¿a título de qué? No logro entender, con sensatez, el objeto de divulgar, tuitear y retuitear el tema en medios digitales y redes sociales.

¡Cuidado! Que la doble moral no nos ponga en la categoría de “periodistas infieles” con las audiencias.

jueves, octubre 07, 2010

Secuestrados


Algo extremadamente grave ocurrió el 30 de septiembre anterior, cuando dos derechos fundamentales para los 14 millones de ecuatorianos, seguridad e información, fueron secuestrados.

El primer atentado ocurrió desde las 07:30, cuando la estulticia uniformada hizo creer a unos pocos que estaban autorizados a atentar contra lo más preciado del ser humano, su seguridad, para lograr sus “pingües” aspiraciones egocéntricas (ascensos y medallas en el pecho) y económicas (bonos y aguinaldos al bolsillo).

Y así empezó una especie de miedo ascendente: desde muy temprano las calles se volvieron un poco más desprotegidas que antes, solo que ahora los propios policías alentaban desorden, caos, irreverencia. El irrespeto a todo lo sensato.

El miedo se convirtió en pánico cuando se conocieron los primeros desmanes, saqueos, asaltos a mano armada en almacenes y agencias bancarias. En imágenes pintorescas y patéticas se vio a los patrulleros destinados a ofrecer seguridad, circular con sus sirenas ululantes mientras desde los baldes llenos de integrantes del Movimiento de Izquierda Universitario, MIU, se lanzaban “consignas reivindicatorias”. ¡MIU y Policía!, mezcla vergonzosa y explosiva por las calles de la progresista Cuenca.

Y el pánico desembocó en terror cuando a las 20:00 los medios privados se liberaron del otro secuestro, el informativo, para mostrarnos las imágenes de lo que realmente había ocurrido horas antes en el país, y ocurría en ese momento en la capital: ecuatorianos de uniforme enfrentándose a bala; en el medio, civiles.

La declaratoria del estado de excepción y la consecuente “cadena obligatoria e indefinida” fue el anuncio del segundo atentado democrático del jueves 30 de septiembre: los medios de comunicación obligados a contar una sola versión de los hechos.

El reto que planteó este segundo secuestro a los medios públicos y a los incautados por el Estado, que inesperadamente se volvieron públicos, superó sus expectativas técnicas y profesionales.

Fueron incapaces de tratar un tema del cual dependía la vida del Presidente de la República. Sus limitaciones tanto periodísticas como de logística provocaron desinformación, lo que directamente se complicó cuando se alinearon como si fueran simples relacionistas públicos del régimen, operadores de un carrusel de entrevistas a las que accedían solamente funcionarios, algunos totalmente alejados del escenario que se había planteado.

Olvidaron sus obligaciones periodísticas. Su compromiso con la verdad. Y si bien la objetividad es un tema superado en el ámbito de la comunicación social, los secuestradores de la información se olvidaron de la imparcialidad, de sus valores éticos. Jugaron a manipular.

¿Habrá ido la señora Giovanna Tassi, directora de la Radio Pública del Ecuador, a la toma del Hospital de la Policía, tal como pidió a través de aquellos micrófonos a una ciudadanía que desconocía que allí estaban 1.500 policías enardecidos y dispuestos a matar, tal como revelaron las grabaciones de la central de radiopatrulla?

Si ella fue, es su responsabilidad. Lo que le está prohibido es usar la concesión ciudadana de estar al frente de un medio que nos pertenece a todos, para promover un contralevantamiento civil. Como acostumbra radio La Luna.

Lecciones que deja una sublevación policial y cuyos responsables deben ser sancionados. Tanto los uniformados, que secuestraron la seguridad ciudadana, como los civiles –serviles– incapaces de responder a la demanda informativa en tiempos de crisis

Artículo publicado en EL UNIVERSO

viernes, octubre 01, 2010

La revictimización en televisión


¿A la final quién tuvo la razón? Los interesados en el buen periodismo merecemos una conclusión.

La semana anterior se trabó, en el universo del Twitter, una discusión virtual entre el director de noticias de un canal nacional y el jefe de redacción de un periódico local. El tema: la entrevista a una niña violada.

El argumento de uno apunta a que la niña, al ser expuesta a la interpelación ante una cámara es nuevamente sometida, abusada, irrespetada. La defensa del otro fue que no hay otra forma de revelar un hecho: las niñas violadas hablan de eso con sus abogados, psicólogos, fiscales, entonces ¿por qué no han de hacerlo con un periodista?

Extrayendo los mensajes subidos de tono, que pueden llevar el tema al campo personal, hay algunos elementos que indican que no, que es un asunto público y que una conclusión en uno u otro sentido es necesaria, indispensable, orientadora.

Nada justifica la exposición mediática de una víctima de violación –mucho menos si se trata de una menor de edad– con la intención de “ayudarle”. A eso se llama revictimización y no está relacionada únicamente con la exposición mediática de las víctimas de abuso sexual, sino con la frecuencia con la que se la obliga a la reedición de su caso con fiscales, abogados, policías, etcétera.

Que una víctima de violación deba contar varias veces su experiencia, la perturba. No me refiero al hecho de que se la coloque ante cámara, micrófono y periodista, sino a las etapas propias del proceso judicial. (Con mucha frecuencia ciertos periodistas caemos en la arrogancia de pensar que somos los únicos que podemos ayudar, al divulgar este tipo de “noticias”).

El psicólogo y pediatra estadounidense Arnold Gesell concibió un domo especial para interrogaciones y evaluaciones psicológicas a niños. Se trata de una habitación doble, separada por un vidrio de visión unilateral que permite a los actores de un proceso judicial asistir colectivamente a una única declaración de la víctima sin que su presencia la indisponga. Una estrategia, además, para evitar declaraciones posteriores.

En la primera mitad de esta década, la Fiscalía del Guayas gestionaba la instalación de una Cámara de Gesell –se la llamó así en honor al inventor– para el registro de declaraciones o entrevistas, pero el año anterior el Centro para la Promoción y Acción de la Mujer ya alertaba los perjuicios que provocan su no utilización en una provincia con el más alto índice de casos de abuso sexual.

En el terreno del periodismo, hay que entender que una violación en sí no constituye noticia. Hay que darle otras proporciones temáticas: estadísticas, prevención, alertas, etapas de recuperación, guías para los padres de una víctima. Cualquier eje, menos obtener los detalles –de primera mano– de la víctima como fin único.

Finalmente, hay una extensa legislación que protege el derecho de los niños ante este tipo de revictimizaciones no tan sutiles, y un compendio de mandatos morales en el Consultorio Ético del maestro Javier Darío Restrepo, en el portal de la Fundación por un Nuevo Periodismo Iberoamericano (fnpi.org).

Su lectura es una obligación infranqueable para todo quien recibe la concesión ciudadana de ser llamado ¡periodista!


Artículo publicado en EL UNIVERSO

jueves, septiembre 16, 2010

Los medios en el medio: 30 minutos para entender el caso argentino

Definitivamente, los taxistas son los verdaderos oráculos de las laberínticas calles de una ciudad a la que queremos descubrir.

En una de las calles de Buenos Aires, mientras buscábamos una confitería donde se pueda tomar una clase de tango, pregunté al taxista: ¿cómo interpreta usted la ley de medios aquí en Argentina?

"Mire, antes, para ver los goles que un viernes le hacía Boca a River, en la televisión de señal abierta, debía esperar hasta el martes; hoy los podré ver en directo. No ve que el Grupo Clarín tenía los derechos y la prohibición para que se transmitan en señal abierta?"
Si usted es periodista -o pretende serlo algún día- dedíquele 30 minutos de su vida para mirar esta producción y sus revelaciones.

I









II









III







viernes, septiembre 10, 2010

Dos ausencias del periodismo democrático


Retirarse de un noticiario televisivo “sin estridencias”, inmolándose en nombre de la libertad de expresión, es casi imposible. Por ello quiero referirme a dos ausencias de bajo perfil en el panorama de la opinión pública, que aunque esperamos sean momentáneas, dejan vacíos profundos.

En un primer caso está Andrés Carrión Mena, cuya salida se conoció “en exclusiva” en la sección “chismes” de un periódico electrónico. Este personaje, que ha demostrado ecuanimidad y pulcritud, acumula 35 años de experiencia en prensa y radio, pero sobre todo en televisión. Su trabajo dice (o decía) mucho de él, como cuando interrumpió a un entrevistado que se atrevió a lanzar palabras soeces (calificó de “cojudos” a los ecuatorianos), lo mandó a callar y le advirtió que ese vocabulario lo podía usar en su partido, pero no al aire y menos en aquel espacio.

En una de las entrevistas que ofreció para explicar su salida, se mostró inconforme con el galopante estilo sensacionalista de José Delgado y compañía en Canal Uno, donde tenía su espacio de entrevistas. Entonces debemos asumir que se trató de una renuncia por un motivo de principios.

Los principios éticos de un ser humano deben ser inclaudicables. Mucho más los de un periodista. Y así Carrión tenga en sus planes ir a otro canal, y por eso su renuncia, en la memoria colectiva quedará latente ese revés para una empresa que terminó apostándole a un periodismo guiado por el rating, lo que al oficio de comunicar lo vuelve inhumano, ligero, cuestionado, antiético, despreciable.

El otro caso es el de Juan Carlos Calderón Vivanco, uno de los pocos integrantes de una selecta y reducida estirpe de periodistas investigativos con que cuenta el oficio actualmente en el país.

Calderón salió de los medios impresos hace casi un año, pocos meses después de que se reveló una investigación (junio de 2009) que removió las bases de Carondelet: ‘Fabricio Correa, el holding’, cinco entregas publicadas en Expreso sobre cómo el hermano mayor del presidente Rafael Correa logró contratos con el Estado ecuatoriano –según datos de aquella publicación– por 340 millones de dólares.

La indagación documentada, pedagógica, profesional, obligó a que el Gobierno emitiera un decreto que prohíbe suscribir contratos públicos con empresas donde sus accionistas son familiares de funcionarios públicos. Pero en la práctica nada serio se hace desde las entidades de control, como Contraloría o Fiscalía, para aclarar lo denunciado. Nada serio, excepto intimidar a los autores del trabajo.

Calderón dejó, sin estridencias, el cargo de editor general y durante siete meses se dedicó, junto a Cristian Zurita, a escribir los detalles de la investigación y dar forma a un libro de 460 páginas titulado El Gran Hermano.

Nada de lo denunciado por Calderón, Zurita, María Elena Arellano y Mario Avilés, todos de un mismo equipo, ha sido desmentido contundentemente por los aludidos, lo que ratifica la calidad del trabajo y marca una guía para quienes van detrás.

Así la cátedra se beneficie con la ausencia de Calderón del “diarismo” (es capacitador), el ejercicio del periodismo como contrapoder se queda sin un aliado y estratega, ejercicio que, como nunca, soporta el más hostil de las embestidas desde las atalayas oficialistas.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

viernes, agosto 20, 2010

Miguel Ángel Bastenier: El periodista digital no debe ser el hombre orquesta


En Quito (Ecuador), y durante el lanzamiento de la más reciente versión del libro Cómo se escribe un periódico, del periodista español Miquel Ángel Bastenier, un joven se levantó del auditorio y le preguntó al autor: ¿cómo es que usted escribe un libro sobre cómo se escribe un periódico, cuando usted mismo dice que evidentemente la prensa de papel está desapareciendo?

Bastenier contestó de inmediato como si el muchacho no le hubiera hecho caer en la cuenta de algo que él no hubiera pensado antes:

"La respuesta es sencillísima -dijo- todo lo que aprendáis para trabajar en la prensa de papel, os sirve en la prensa escrita, absolutamente todo, la prensa digital añade otras cosas, que son interesantísimas y que están muy bien y que enriquecen las posibilidades expresivas de la publicación, pero todo, absolutamente todo lo que sabemos para escribir en papel, todo sirve para escribir en Internet".

Esa anécdota la contó el mismo Bastenier, el pasado domingo, durante una sesión del taller 'Cómo se escribe un periódico', que se dicta por estos días y cada año, en la fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (Fnpi), de Cartagena.

Bastenier invitó a dos sesiones de su taller a Bernardo Marín, jefe de sección de elpais.com, para que hablara de los retos del periodismo digital. EL TIEMPO habló con los dos, sobre los principales mitos de la multimedia.

¿Un periodista digital es aquel que lo hace todo, video, audio, fotos, texto...?

Bastenier: Hombre si eres experto en videos no eres periodista, si eres experto en videos, eres experto en videos, y en nada más. Pero de todos es sabido que en América Latina y no sólo en América Latina, las empresas, con las excepciones que haya, pretenden que el mismo periodista haga absolutamente todo y pensar que eso no va a producir un deterioro de la calidad, sería de una ingenuidad absoluta.

Marín: Un periodista digital sí puede ser experto en videos, pero no creo en el hombre orquesta, que lo hace todo, creo en el periodista que conoce las posibilidades del medio y que hace una parte de la información en la que está especializado y encarga a otros del resto de los elementos. El hombre descubrió la división del trabajo hace diez mil años y fue el mejor progreso de la humanidad, pero ahora algunos parecen dar marcha atrás.

¿Se escribe diferente para la web que para los impresos?

Bastenier: No, el que sabe escribir bien, escribe exactamente igual de bien en Internet que en un periódico y el que escribe mal escribe exactamente igual de mal en cualquier medio. Que es poco más corto, largo; el castellano puede ser corto, largo medio largo, medio corto, pero debe ser castellano de la misma calidad.

Marín: El lenguaje es el mismo, se habló mucho tiempo que en Internet se debía escribir con frases más cortas, pero creo que está superado, se escribe igual en Internet, la articulación de las frases es la misma que en el impreso. Otra cosa es que allí se enriquezca con otros elementos que el papel no tiene. En España es exactamente igual que en el periódico de papel.

¿Pero en muchas web de América Latina se asume el titular en la noticia por ejemplo?

Bastenier: Que se pasen por Madrid, por Roma, por Berlín, por Londres, por Washington, que se pasen por todos esos sitios y que vean cómo lo hacen, ya que les gusta copiar tanto a Estados Unidos, que copien bien.

Marín: A veces hay titulares que son mejores para la web, pequeñas variaciones, pero el lenguaje es el mismo. Nosotros repetimos otra vez el titular en la entradilla, por ejemplo, si es que a eso te refieres.

¿Es mejor el video que el texto en la era digital, en los medios informativos en Internet?

Bastenier: Son cosas distintas, la imagen es una forma de narrar la realidad o aquello que entendemos por la realidad, la palabra escrita es otra forma; que nos gusta más la imagen y creemos que es mejor, pues muy bien. Por escrito puedes hacer unas ironías, unas distancias, puedes marcar un estilo, puedes tener una voluntad de pintar de una cierta manera, mientras que el video es más lo que es, con muchos menos matices, pero con mucho más impacto, con mucha más fuerza, con mucha más intensidad.

Marín: Depende, hay noticias que piden más un video que otras, pero otras requerirían una mayor explicación textual, pero hay dos errores, pensar que todo debe tener video y pensar que un video siempre es la mejor manera de presentar una información.

¿Pero es lo que más vende en la web?

Bastenier: El 13 de septiembre de 1993 Yasir Arafat, firmó con Isaac Rabin, primer ministro de Israel, un papel, que en teoría era el preacuerdo de que permitiría discutir la paz entre Israel y Palestina, eso se retransmitió, se calculó que 300 millones de personas lo vieron en directo. Tres horas más tarde, de que 300 millones de personas hayan visto esto tan interesante, hagamos una encuesta, qué ha visto usted, un moro, un judío, la mano, la paz, cuatro vaguedades, el periódico debe ser capaz de explicar eso, y no digo que El País sea capaz: ¿cuánto dinero cuesta eso?, ¿para qué sirve?, ¿qué posibilidades de éxito tiene?, ¿Rabin qué pensaba realmente al dar la mano, al que pensaba realmente su mortal enemigo?, etc. Supongo que la gran mayoría preferirá la imagen me parece estupendo, pero son realidades distintas.

Marín: No siempre, hay videos que son completamente inútiles en algunas informaciones, un video sobre la sesión de la bolsa suele ser perfectamente inútil, salvo que se vea a unos cuantos inversores arruinados arrojándose de los alto del edificio de la bolsa, ese requiere un video.

¿Un video sensacional, como ese necesariamente es periodístico?

Marín: Ese sería muy macabro, pero periodístico, ese es noticia, pero no todos los videos sensacionales los podemos usar en la web de los informativos, sería una locura.

Bastenier: El texto escrito, dentro de sus limitaciones, permite responder a todas las preguntas, la imagen no responde a todas las preguntas, es mucha más fuerte, mucha más intensa, la preferirá la inmensa mayoría de el publico reinante. Con tus conocimiento, con tus preguntas con tu forma de ver las cosas dices Arafat estaba francamente ilusionado porque empezaba una nueva época, la imagen ven a un tío que sonríe, pero eso no te dice matemáticamente que este francamente ilusionado con una nueva época que comienza, y puedes decir del judío resignado veía la única forma de acabar con la Intifada que estaba causándole cada vez más problemas a Israel en lo territorios ocupados, se resignó a tal, eso lo puedes decir escribiendo, la imagen de Rabin no te dice eso, explica algo que se puede parecer a ello, pero no te dice eso.

¿Las facultades de comunicación deben incluir el tema multimedia, crear otras facultades formadoras de periodistas digitales exclusivamente, por ejemplo?

Bastenier: Las facultades que cierren porque no sirven para nada, empecemos por ahí, todo lo que no sea práctico, que no sea práctica, cómo hacemos en la escuela de El País, no tanto como una pérdida de tiempo pero sí fuertemente insuficiente. El periodismo se aprende pero no se enseña, pero sí que tiene que haber facultades donde se enseñe esta unión de elementos, que tenga una mentalidad web, dudo mucho que lleguen a existir algún día, pero deberían haber que enseñasen periodismo en web y escrito, y sobre papel hasta que haga falta.

¿Cómo va ese proceso de la desaparición del papel?

Bastenier: Los diarios medio importantes y menos que importantes, bajan en todo el mundo desarrollado solo crecen en la India y en China, por razones totalmente específicas, en China porque están descubriendo qué es eso del periodismo y porque en China hay un auge económico mayor y se compran bastante muchos más periódicos que hace diez años y eso permite a gente que engaña, que lleva las estadísticas de crecimiento de la prensa mundial les permite decir como ocurrió hace dos años, que la venta de periódicos en el mundo entero ha aumentado el año 2007 un 0.6 por ciento, bueno muy bien, pero hay que mirar las cifras de cerca, China aumenta un 28, la India aumenta 19 y estados unidos baja un tres, Europa baja un dos , el otro un uno, el otro cuatro y medio. En el mundo desarrollado la prensa de papel ya no se recuperará al nivel esplendoroso que conoció en su momento nunca.

Y ¿cómo van a hacer los periódicos digitales para llegar a la calidad periodística del papel?

Marín: La clave en los periódicos de calidad es en la integración de la redacción digital y la de papel, la redacción digital sola no va a ningún lado porque no tenemos corresponsales en ningún lado, nadie es experto en nada, pero el periódico tiene un montón de gente, incluso gente desaprovechada, que sabe muchísimo de muchísimos temas, tiene corresponsales en el mundo, ahora ya estamos haciendo el ensayo que trabajen para las dos cosas, eso está aumentando la calidad de la Web y espero que sea sin desmérito de la calidad de los periódicos de papel.

Artículo publicado en EL TIEMPO de Bogotá

domingo, agosto 08, 2010

‘Ladrón atrapado, ladrón quemado’


La sentencia es lapidaria y está en plazas y parques: “Ladrón atrapado, ladrón quemado”.

El más reciente ejemplo de que la advertencia va en serio es la muerte, terrible y dolorosa, de Ángel Molina, un ciudadano de 50 años que el lunes 26 de julio fue secuestrado, llevado a la fuerza a la comunidad Unión Alta, en la parroquia rural de Baños, golpeado y quemado.

La noticia no causó mayor reacción entre los devotos ciudadanos de la Atenas del Ecuador. Fue un caso más que arrancó varios “bien hecho” entre quienes siguieron los detalles en medios locales.

Doce años atrás un crimen similar ocurrió en el cantón Chordeleg: a un sospechoso de ser delincuente –era de “raza negra”, como suelen particularizar ciertos policías y periodistas– le prendieron fuego en la plaza central de la comunidad, próxima al centro cantonal.

El entonces arzobispo de Cuenca, Alberto Luna Tobar, prohibió la celebración de eucaristías en todas las iglesias del sector hasta que aparezcan los culpables. Solo así se llegó a conocer, vía confesionario, hasta quién había prendido el fósforo criminal.

Pero en este caso casi nadie reclamó. Ni la piadosa Iglesia con toda su influencia en las comunidades rurales.

Los detalles del crimen espeluznan: aquella madrugada una moradora de Unión Alta alertó a sus vecinos de robos de cilindros de gas; enardecidos, salieron en busca de los culpables y en su sed de venganza llegaron hasta el centro de Cuenca, a unos doce kilómetros de donde presuntamente se cometió el delito, interceptaron una camioneta y la llevaron, contra la voluntad de su único ocupante, a la comunidad.

Allí golpearon al “sospechoso”. Fueron cerca de dos horas de torturas. Luego lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego. Terminaba así la vida de un hombre sumido en la infelicidad total: en 1993 Ángel Molina perdió a varios de sus familiares en el desastre de La Josefina; su madre murió arrollada por un vehículo; su esposa se ahogó en un río. Y él murió en el hospital con decenas de golpes y el ochenta por ciento de su cuerpo quemado.

Su culpa –esta conclusión es mía– fue conducir, de madrugada, una camioneta cuyas placas eran de la provincia de El Oro. Hurgando detalles de este hecho, di con un mensaje en la edición digital del diario El Tiempo: “Él es el señor quien me enseñó a trabajar y ahora soy quien soy. Él nunca fue un ladrón ni mucho menos un delincuente, lo confundieron, solo fue chofer de una camioneta que trabajaba haciendo carreras… ¡Descansa en paz tío mío!”.

¿A quién debemos responsabilizar de este crimen atroz cometido en nombre de una recurrente falta de acción de la justicia?

¿Acaso los “bien hecho” que se escucharon en torno al caso tienen justificación en la sensación de inseguridad que atenaza a nerviosos ciudadanos que purgan temores y resentimientos en piras humanas?

¿Debemos permitir que una leve sospecha nos convierta en justicieros ad honórem de las causas que, creemos, nadie se hará cargo?

No proclamo la inocencia inmaculada o la leve culpabilidad de Molina. De eso se encargará –debería encargarse– la Fiscalía. Pero sí exijo respuestas para dudas que hechos como este deja a quienes creemos que la justicia siempre se merece una oportunidad.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

miércoles, julio 21, 2010

Verificar no es un arte


Sí. Se podría llamar el arte de verificar. Pero éste no debe ser un arte,sino una obligación.

Verificar todo. Hasta el más elemental de los datos para que luego los políticos no nos restreguen en la cara una ley que sanciona a quienes no verifican.

Una mañana, luego de un curso de capacitación con los redactores de Diario EL TIEMPO, doy en una intersección con un hombre de unos 45 años que exhibía su pericia en el manejo del balón: hacía "cascaritas" con la cabeza, bailaba, caminaba, todo con el balón saltando sobre de su frente a la mollera.

"Este es un ex jugador profesional", me digo y enseguida lo abordo. Le confieso que el deporte no es mi fuerte, que desconozco de nombres, hazañas, fechas... Pero que me interesa su historia.

Entonces empieza una larga entrevista, en la que repasa sus glorias en los mejores equipos ecuatorianos; sus relaciones con dirigentes y dueños de clubes; sus partidos "y goles de media cancha" en Copa Libertadores de América. Y me dice su nombre: Oswaldo "chacha" de la Cruz, más conocido como el "Zurdo de Oro".

Emocionado, y antes de que las pasiones desaparezcan, me siento frente a mi computador y de un tirón redacto una crónica sobre el "chachita" atrapado entre los semáforos.

Terminado el texto, recuerdo aquella obligación de todo buen periodista. Entonces empiezo a verificar: ninguno de los datos ofrecidos por De la Cruz (si ese es su nombre) coincide con lo que encuentro del verdadero "chachita". Un ex compañero me ayuda con la ficha de la Federación Ecuatoriana de Fútbol y la vereficación se completa con la fotografía del verdadero "Zurdo de Oro". Se decidió no publicar la nota.

El pasaje coincide con otro ocurrido en el 'The Angeles Times', cuando el reportero J.R. Moehringer publica en una edición dominical del año 2007, una crónica de un peleador callejero que se hace pasar por el mítico Samuel L. Jackson. La historia fue llevada al cine con el nombre "Resucitando al campeón" y hoy es una cinta obligada para todo estudiante de periodismo.

La verdad es que me apenó que la historia no haya sido cierta. Y que este "Zurdo de Oro" recurra a esas argucias para colarse a los medios. Pero al mismo tiempo el trabajo no publicado permitió ilustrar el valor implícito de la verificación.

La historia de "chachita falseta" sí caló en un reportero del diario local El Mercurio, que publicó una nota titulada: Las esquinas se lucen con la magia del “zurdo de oro”.

Definitivamente, gajes del oficio.

jueves, julio 15, 2010

Cuenca, en la inseguridad absoluta


Foto tomada de GUA 3.0

Que Cuenca es una urbe segura “para propios y extraños” es hoy por hoy una percepción que pocos se atreven a defender.

Pruebas al canto. En el pasado feriado de Semana Santa varios delincuentes vaciaron, literalmente, las bóvedas del Monte de Piedad del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, IESS, donde 3.200 personas tenían sus joyas como garantía de los préstamos que ofrece la entidad. Se calculó que el monto del perjuicio llegaba a 2,7 millones de dólares, por 6.136 garantías prendarias. Los delincuentes dejaron su seña particular: perforaron con martillos neumáticos cuatro paredes en una operación que no dejó rastros de sus autores y sin espacio de reacción para policías ni representantes de la institución. Hasta hoy nada está claro.

Y como si ello fuera poco, en el Día del Padre un robo similar ocurrió en una conocida joyería del Centro Histórico –por la forma de operar seguramente se trató de la misma banda–. Desde una oficina colindante perforaron dos paredes y se llevaron 3.000 gramos de oro en joyas trabajadas. Esta operación fue más audaz, ocurrió a 50 metros del Comando del III Distrito de Policía y los cacos tampoco dejaron huellas ni espacio de reacción para los responsables de ofrecer seguridad a los ciudadanos.

Claro que en rigor se debe explicar que entre robo y robo, a diario, los asustados habitantes de la otrora pacífica ciudad soportan constantes asaltos a mano armada, estruches, secuestros express, extorsiones, estafas, agresiones, etcétera.

Un reciente caso recordó a las autoridades provinciales que el tema de la inseguridad se mantiene intacto, que sus víctimas no olvidan, que la tarea no está hecha. El sábado 3 de junio una banda de delincuentes irrumpió en una agencia bancaria y tras llevarse los depósitos protagonizaron una huida en la que tomaron como rehén a Carlos Salamea Chaca, ciudadano de 64 años que aquella mañana fue secuestrado con su vehículo por los bandidos, cuando regresaba a su domicilio.

Salamea cayó en el enfrentamiento entre la Policía local y los ladrones, y aunque se le quiso vincular con ellos, el representante del Gobierno en el Azuay admitió esta semana que fue una víctima inocente de las balas policiales, y ofreció a nombre del Estado una indemnización.



(Claro que ese desagravio post mórtem quedará en los límites de la ciudad, pues al día siguiente del asalto el diario Extra publicó una descarnada fotografía de Salamea tendido en el piso, abaleado y empapado en su propia sangre, imagen acompañada de un burdo pie de foto que lo involucraba como cómplice de los delincuentes. Aquella mañana la familia Salamea seguramente creyó ver a una amenazante serpiente que salía de esas páginas para conminarles a que demuestren la inocencia de Carlos. Para el resto del país, él será por siempre un delincuente que cayó en su propia ley).

La demanda de seguridad de parte de los ciudadanos no tiene plazo. Quienes sí están condicionados a cumplir con sus obligaciones son los integrantes del Consejo de Seguridad, que bastante dinero manejan por los recargos en los servicios públicos, y los de la Policía, que hoy tienen hasta un helicóptero para patrullar la ciudad. No responder a esta demanda los desnudará como incompetentes.

Para ellos no hay otro adjetivo.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

jueves, julio 08, 2010

Una ley que no mejorará el periodismo


Conclusión: el país ha perdido la gran oportunidad de contar con una ley que garantice lo que acertadamente se incluyó en la última Constitución de Montecristi: el derecho a una “comunicación libre, intercultural, incluyente, diversa y participativa”, como lo establece el numeral 1 del artículo 16, Sección Tercera. A una comunicación como condición humana vital como lo es respirar. No solamente la comunicación mediática, sino otra mucho más amplia.

Lamentablemente el intento naufragó en medio de los cálculos y cabildeos políticos; de la egoísta posición de detractores que antepusieron sus intereses de grupo; de la mediocridad de asambleístas que en su momento fueron hábiles políticos capaces de reemplazar “constitucionalmente” a presidentes, de organizar golpes de Estado o de ejercer un periodismo sensacionalista. Porque fueron todo menos legisladores con solvencia moral y académica.

Y lo que dieron forma no fue una ley que esté a la altura de lo que manda la Constitución. Conformaron una serie de remiendos que pretenden enseñar a ejercer un “mejor periodismo”. Entonces en su proyecto nos dicen que los periodistas debemos contrastar y verificar. Dos lecciones que se enseñan en los primeros niveles de las escuelas de comunicación social, y que si bien hay periodistas que no contrastan ni verifican, han sido los políticos quienes se han beneficiado de la deficiencia y falta de rigurosidad profesional. Sus denuncias catapultaron a muchos a los escaños del Congreso, hoy Asamblea. Ellos, que tuvieron falta de escrúpulos para lanzar especulaciones, encontraron periodistas mediocres que les hicieron el juego.

Y fue el Gobierno el que terminó sembrando dudas cuando, en la práctica, contradecía lo que pretendía regular: la posibilidad de aplicar la cláusula de conciencia para negarse a “desarrollar contenidos, programas y mensajes contrarios al Código de Ética del medio de comunicación o a los principios éticos de la comunicación”, como ocurrió en El Telégrafo.

Todos le fallaron al país. Los promotores de la ley, y quienes se sentían amenazados.

Dicho sea de paso, he leído con atención el proyecto de Ley de Comunicación en más de una ocasión buscando los argumentos que me den la licencia de llamarla “Ley Mordaza”, y no los he encontrado. Que perdonen mis limitaciones quienes piensan lo contrario.

Tampoco creo que la ley, como está, vaya a garantizar la asignación de frecuencias de radio y televisión “con métodos transparentes y en igualdad de condiciones”, como manda la Constitución. Si esa fuera la intención, ya se estarían revirtiendo al Estado todas las frecuencias entregadas de forma ilegal y antiética, como lo demostró el informe de la comisión auditora formada por la transitoria vigésimo cuarta de la Carta Magna.

En todo este proceso faltó pedagogía de ambos lados: Gobierno y prensa; pedagogía para involucrar al ciudadano en la elaboración de la Ley de Comunicación. Por eso la apatía demostrada por varios sectores, especialmente de los que no estamos en ese eje bicentralista Quito- Guayaquil. Porque nunca fuimos convidados a la elaboración de una ley –que sí nos afectará a todos– mientras nos llenaban con temores a un Consejo de Comunicación que finalmente no podrá clausurar medios.

Y ahora tenemos una ley que no mejorará el periodismo.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

lunes, julio 05, 2010

¿Y todavía dudamos de la presunción de inocencia?


Carlos Salamea Chaca es dos veces víctima: la mañana del sábado 3 de julio un grupo de delincuentes que huían de la Policía tras asaltar un banco en el centro histórico de Cuenca, lo secuestraron junto a su vehículo.

Inicialmente los delincuentes, sorprendidos en delito flagrante, escapaban en una camioneta por una vía secundaria, y al irrespetar un disco PARE se estrellaron contra un bus y luego contra una vivienda. Se bajaron y se dirigieron al Vitara de Carlos Salamea Chaca, que coincidencialmente pasaba por allí. Lo encañonaron y obligaron a que les ayude a escapar. Un taxista que estaba junto a él corroboró esta versión.

Luego de una persecución de varios minutos, la Policía acribilló a dos involucrados en el robo –quienes dispararon primero contra los agentes- y al conductor Carlos Salamea Chaca. Al día siguiente, un medio sensacionalista calificó al rehén como delincuente.

En su defensa la Policía dice que ignoraba que Salamea haya sido un rehén. Los familiares de la víctima inocente dicen que los guardias debían tomar precauciones. Muchos de quienes han participado en las redes sociales de los medios de comunicación han dicho que esos medios hacen mal en recurrir a la presunción de inocencia cuando califican de “presuntos” a quienes son detenidos por la Policía y vinculados con actos delincuenciales, o cuando ocultan sus rostros o nombres. En este caso específico, muchos han pedido la pena de muerte y le han otorgado, indirectamente, la razón a ese medio sensacionalista.

En este punto, el desenlace mortal para Salamea deja varias lecciones:
- Aunque todos lamentamos la muerte de Carlos Salamea, su testimonio se convierte en un antecedente más de que la presunción de inocencia, no solamente desde la prensa sino desde la propia Policía, es una garantía irrenunciable que beneficia a quienes están involucrados injustamente en actos delictivos.
- Está claro que la campaña del Gobierno que acusa de corrupción a ciertos medios de comunicación, está dirigida a diarios como la Extra, que como se demuestra en este caso, acusa primero y verifica después. Este medio publicó la foto de Salamea tendido junto al vehículo en el que fue secuestrado, calificándole de “delincuente”.
- El periodismo ecuatoriano no va a mejorar con la aplicación de una Ley de Comunicación, sin embargo la memoria de víctimas como la de Salamea necesitan un ordenamiento legal que garantice que su dignidad no se afecte en medios como la Extra.



Video de El Mercurio

jueves, junio 24, 2010

El deporte y el ¡salud!


No estimado lector, en el titular no hay ningún error de concordancia. No me refiero a la práctica del deporte y la salud. Me refiero a la estrecha relación que tiene, al menos en el Austro, el fomento del deporte y el acto de ofrecer, convidar, desear salud al otro cuando se brinda con una copa de licor en alto: ¡A tu salud…arriba, abajo, al centro y adentro..!

¡A tu salud! dice el padre a la quinceañera.

¡A tu salud! le dicen al bachiller en “época de grados”.

¡A vuestra salud! les convidan a los deportistas azuayos cuando logran el ansiado auspicio de una marca de licor para exhibirla en la camiseta que empapará, en base a entrega, con el sudor necesario antes de subirse al podio. El licor, que hoy es motivo de disputa entre quienes quieren hacerse ricos embruteciendo a los demás y los que aseguran que son una causa de delitos, por estos aires tiene una fuerte vinculación con el deporte.

De hecho, una de las primeras empresas que creyeron en el mejor deportista de todos los tiempos, Jefferson Pérez, fue Zhumir. Y por ello –pese al contrasentido que representa vincular deporte con consumo de licor- la marca de esta bebida fue el “sponsor” de Pérez y de muchos marchistas y otros atletas de pista que diariamente buscaban la gloria en el emblemático Parque de la Madre.

La vinculación es más fuerte aún con el fútbol. Más de un comentarista deportivo ha “bautizado” al estadio municipal Alejandro Serrano Aguilar, reducto del Expreso Austral, como “la cantina pública más grande del mundo”.

Viernes a viernes –porque la dirigencia deportiva local sabe que debe organizar los partidos la noche del San Viernes para asegurar una buena taquilla- cuando la hinchada más fiel de todos los clubes de fútbol llena los graderíos, el licor corre a raudales. Y hay para todos los gustos: puro, canelazos, “chumir”; biela, cerveza o como quieran llamarla.

Y fíjense qué curioso: el partido del domingo anterior –excepcional e impuesta por la agenda del Mundial de Sudáfrica- no fue diferente en lo que a consumo de aguardiente se refiere. Por sobre las restricciones la oferta fue “normal”; hubo goles (en contra, por supuesto), decepciones y chispos. Los únicos ausentes fueron los encargados de velar por el cumplimiento del acuerdo ministerial que busca reducir los índices de inseguridad.
El licor es el primer hincha en ingresar a los escenarios deportivos, y el contrasentido se instala semanalmente: ¡Salud por el deporte… salud por las medallas… por todo el esfuerzo de los deportistas, digamos salud!!!

Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, 2.3 millones de personas mueren cada año en todo el mundo por causas relacionadas con el consumo de alcohol. Señala al vicio como “el quinto factor de muerte prematura y de discapacidad en todo el mundo, y provoca el 4.4 por ciento de la carga mundial de morbilidad”, es decir por enfermedad.

Ojala el mal hábito del licor –sea puro, whisky, de moderación- se corrija y no cobre tantas víctimas como lo hace anualmente. Y se superen posiciones políticas o inhumanas, como la defender su consumo en nombre del bienestar económico.

¡Salud!

lunes, junio 14, 2010

José Ignacio López Vigil: la radio es una cajita de música y noticias


Enorme, con su acento cubano intacto, cabello bien acicalado y una barba cana. Así llega José Ignacio López Vigil al aula 105 de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Cuenca donde lanza su primera pregunta:


“Ustedes –como Escuela de Periodismo- ¿tienen una frecuencia de radio?”

“Nooo”, responden al unísono los pocos alumnos presentes.


“¿Y por qué hijueputa no tienen?”, increpa mientras los estudiantes –indecisos de si reírse o no- se miran unos a otros.
A López Vigil no sólo se lo relaciona como miembro de la Comisión de Auditoría de las Frecuencias de Radio, sino sobre todo como un radialista apasionado – Radialistas Apasionados es un centro de producción en Quito que distribuye por internet microprogramas sobre leyendas, derechos humanos, sexualidad-.


Es también un sacerdote jesuita especializado en teología bíblica que ha escrito varios libros; uno de ellos, Un tal Jesús , inició como un guión y en dos años pasó a ser un texto de más de 400 páginas que recogían y enseñaban una versión muy humana del que dicen fue hijo de Dios.


La charla con los estudiantes aborda temas como el desarrollo, “que realmente está en la manera cómo se distribuye la riqueza más que en la cantidad de lo que se produce”; también “la cloaca que destapó la auditoría a la concesión de frecuencias de radio”, el machismo, y el “prepucio como símbolo de la alianza entre Dios y el hombre”.


Al final, siempre hay tiempo para un diálogo más:

¿Cómo mira a la radio en Ecuador?
“La radio en Ecuador y en América Latina sufrió un bajón importante cuando muchos creativos migraron a la televisión, luego se saturó el mercado, bajaron los ingresos; total que la radio se redujo y se ha convertido en una cajita de música y noticias que pasan los mismo discos, sin personalidad ni opinión editorial: sólo leen noticias “refritadas” por otros medios. Los dramatizados, los segmentos de humor y educativos se escondieron”.

Sin embargo el nivel de penetración de la radio está intacto.
“Siempre ha estado intacto, y es la Cenicienta más popular de todas, sigue llegando a los carros, a los que caminan por la calle, sigue siendo el medio de mayor penetración y democracia porque te ocupa los oídos sin esclavizarte como lo hace la televisión o el cine. Pero está subutilizada”.

Quienes están al frente de la radio, ¿deben pensar en nuevos planteamientos para que no muera?
“Nuca va a morir la radio; lo que hay que hacer es dinamizarla, hacer autocrítica y todo un proceso de capacitación para recuperar las mejores técnicas y formatos radiofónicos, recuperar el mejor lenguaje radiofónico”.

¿Incluídas las Escuelas de Comunicación?
“Directamente las escuelas de comunicación; eso supondría recuperar un ejercicio dinámico de producción radiofónica y de televisión; deben experimentar, darle permiso a la imaginación para plantear formatos más dinámicos de producción radiofónica”.

Por ejemplo, en noticieros no limitarse a leer periódicos sino establecer un lenguaje propio...
“Lo que suponen una buena dosis de imaginación y creatividad; en la radio tenemos los ojos de la imaginación, pero son esos formatos de la imaginación los que se han evacuado de la producción radiofónica”.

Y con una buena dosis de democratización también...
“Totalmente, y lo primero que hay que democratizar es la entrega de las frecuencias de radio y televisión; la Constitución garantiza el acceso a las frecuencias para los sectores público, privado y comunitario. Las frecuencias de radio y televisión deben ser redistribuidas de una forma equitativa”.

El informe de la comisión que auditó las frecuencias de radio, que también la integró usted, dispone una redistribución..
“Pero eso se quedó en palabritas bonitas por obra y gracia de los terribles intereses económicos y políticos que hay detrás de toda esta historia de las frecuencias; en el informe detectamos no menos de 400 frecuencias dadas con mecanismos sucios, con indicios claritos de peculado y sin embargo nada ha cambiado”.

Ustedes identificaron once líneas irregulares de concesión ¿cuáles fueron las más perversas?
“Creo que la más perversa de todas fue la que la Conartel (Consejo Nacional de Radio y Televisión, hoy Conatel) llamó mecanismo de devolución – concesión, que permitía trasferir frecuencias pese a ser un bien público; el mecanismo permitía que, mediante una triangulación, se devuelvan frecuencias al Conartel pero obligándolo a entregarlo a un nuevo concesionario, que había dado un montón de plata (a veces más de un millón de dólares) al que devolvía. Eso es peculado, no tiene otro nombre”.

Con todo ello, el contralor Carlos Pólit dijo que el informe no es vinculante...
“Sí, pero ya le cuestionamos al contralor para que haga vinculante el informe de la Contraloría; pero lo que pasa es que cambiaron una palabrita del informe del primer borrador: reversión por revisión; al final ni se revertió ni se revisó nada”.

La entrevista termina y regresamos a la reflexión inicial. Finalmente los asistentes al foro manejan más elementos de juicio para entender el “por qué hijueputa” algunas Universidades Públicas no tienen una frecuencia de radio o televisión.


Entrevista publicada en EL TIEMPO

domingo, junio 13, 2010

El hombre es dueño de lo que calla…


Abrupto fue el retiro de Rodrigo, menudo personaje con colita de caballo, del periodismo local. Mientras Jamil Mahuad caía en Quito, él, investido de no sé qué poder, en la sede de la Gobernación exigía “a nombre de la prensa” la renuncia al entonces Gobernador del Azuay. Su jefe terminó despidiéndolo para que no se le olvide nunca el verdadero papel del reportero.

Igual de abrupta resulta la salida de Helen Thomas, corresponsal en la Casa Blanca. Thomas, de 89 años, ha cubierto la sede presidencial desde 1960. La semana anterior precipitó su jubilación –forzada por pedidos de la Casa Blanca y de su Asociación de Corresponsales– tras comentarios antiisraelíes vertidos en un video para la página www.rabbilive.com

El 27 de mayo, la periodista dijo que “los judíos debían irse cuanto antes de Palestina”, desencadenando críticas y obligándola a ofrecer disculpas públicas en su portal web. Thomas, de origen libanés, ha escrito cinco libros sobre la Casa Blanca, periodismo y sobre cómo –según ella– debe gobernar un Presidente.

Bien es cierto que los dos ejemplos guardan una enorme distancia, por sus implicaciones y connotaciones, pero igual sirven para ilustrar lo perjudicial, peligroso e irresponsable que resulta entre periodistas confundir servicio con poder.

Pero no somos los únicos, ni el periodismo el único escenario. El nueve de septiembre de 2009, el diario español El País publicó una lista de las diez frases más incoherentes, seleccionadas con la ayuda de 4.000 personas consultadas vía internet:

1. George W. Bush: “Nuestros enemigos son innovadores y tienen recursos, y nosotros también. No dejan de pensar nunca en nuevas maneras de hacer daño a nuestro país y a nuestra gente, y nosotros tampoco”.

2. Arnold Schwarzenegger: “Creo que el matrimonio gay debería ser entre un hombre y una mujer”.

3. Donald Rumsfeld: “Las informaciones que dicen que algo no ha pasado siempre me resultan interesantes. Hay cosas que sabemos que sabemos. También hay cosas desconocidas conocidas, es decir que sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay cosas desconocidas que desconocemos, las que no sabemos que no sabemos”.

4. Murray Walker, comentarista: “El coche que va en cabeza es absolutamente único, excepto por el que va detrás, que es idéntico”.

5. John Motson, comentarista: “Para aquellos que estén viendo el partido en blanco y negro, los Spurs van de amarillo”.

6. Gordon Brown, primer ministro británico: “El gasto público total seguirá aumentando y será de un 0% en el periodo 2013-2014”.

7. Bill Clinton, en el caso Lewinsky: “Depende de cuál sea el significado de la palabra ‘es’. Si ‘es’ significa ‘es y un nunca ha sido’, eso es una cosa; si significa ‘no hay ninguno’, entonces fue una declaración completamente cierta”.

8. Eric Cantona, futbolista: “Cuando las gaviotas siguen a la barca de arrastre, es porque piensan que las sardinas van a ser arrojadas al mar”.

9. George W. Bush: “Yo sé lo que creo. Seguiré expresando lo que creo y en lo que creo. Creo que lo que creo es lo correcto”.

10. Boris Johnson, alcalde de Londres: “No podría discrepar menos contigo”.

Sí, amigos, el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

jueves, mayo 27, 2010

Función pública: para servir o servirse


Carlitos no quería perder tiempo. A poco de conseguir el puesto de relacionista público del Centro de Reconversión Económica del Azuay, Cañar y Morona Santiago, CREA, quiso congraciarse con sus amigos periodistas. Los necesitaba para que su actuación como funcionario se refleje en la publicación de boletines de prensa.

El CREA –especie de superministerio que allanó el camino para que el Austro aproveche la riqueza del Oriente– no vivía su mejor época. Pero había que hacer el intento. Así que nada mejor que visitar las granjas del organismo de desarrollo regional en Morona Santiago.

Los vehículos de la institución estuvieron prestos. Y la atención en la granja debía ser de lo mejor. Por eso, el primer día del paseo de Carlitos –como cariñosamente lo llamaban– y sus amigos periodistas, ordenó que se preparen los mejores ejemplares de los criaderos de tilapias, para que los comunicadores sociales constaten la calidad de la producción piscícola del CREA.

Todos quedaron satisfechos. Tan ensimismados estaban que no se percataron de que acababan de almorzarse los ejemplares adquiridos para reproductores. Se comieron las gallinas de los huevos de oro, en medio del paseo periodístico.

Cada vez que recuerdo este episodio esbozo una sonrisa, pero al mismo tiempo me indigno porque este delito contra la función pública quedó en total impunidad.

El pasaje me vino a la mente luego de leer en la prensa local una información que recoge el auto de llamamiento a juicio contra el prefecto del Azuay, Paúl Carrasco Carpio, y cinco funcionarios más, porque “con personal y maquinaria institucional se ejecutaron trabajos en terrenos particulares”.

La acusación se centra en que el Consejo Provincial del Azuay abrió un camino en la comunidad Sigcho, parroquia Sinincay, beneficiando a los administradores de la radio Splendid: sus antenas de transmisión se encuentran en ese sitio. El gerente del medio privado era, en ese entonces, Fernando Valencia, quien al mismo tiempo fungía como director del departamento de comunicación de la Prefectura.

El auto de llamamiento a juicio fue formulado por la Segunda Sala de lo Penal del Azuay, argumentando que los funcionarios incurrieron en el artículo 257 del Código Penal, que tipifica la figura de peculado.

La denuncia se remonta al año 2008, en la Comisión del Control Cívico contra la Corrupción. En una primera etapa se sobreseyó al Prefecto y a su amigo Valencia, pero la Fiscalía apeló y en este nuevo auto de llamamiento se incluyen a los dos funcionarios.

¿Hay alguna diferencia entre comerse las tilapias reproductoras del CREA y abrir una carretera para beneficiar a periodista y emisora leales?

Ninguna. En ambos casos se configura el abuso contra los bienes del Estado en beneficio particular. Y ejemplos como estos hay muchos en el sector público.

De comprobarse el delito en mención, se pondría en evidencia el abuso. Y tal como van las cosas, el prefecto Carrasco será juzgado en rebeldía, pues al momento cursa una maestría en España, para lo cual en abril pasado se adjudicó dos meses de licencia.

El trabajo en el sector público debería estar investido de un afán puro de servicio. El servirse de los bienes públicos en beneficio personal, no es más que otra forma de corrupción.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

jueves, mayo 20, 2010

Deroguemos la Ley Arizona Ecuatoriana


Una mala noticia: desde hace mucho que la Ley Arizona, en versión ecuatoriana, está vigente en nuestro país.

Se trata de una obcecación, manifestada con juicios de valor, de ciertos periodistas y policías que criminalizan, por su aspecto, a peruanos, colombianos, cubanos, e incluso a ecuatorianos de una región diferente a la suya. En las páginas de crónica roja de los medios de aquellos periodistas se lee con frecuencia que tal o cual sospechoso de un delito “tenía aspecto de peruano”, “acento de colombiano” o era “de raza negra”.

Claro que cuando el “sospechoso” tiene aspecto de ecuatoriano, tez blanca o un bonito cantado cuencano, el detalle se vuelve irrelevante y se lo obvia. Acto consciente entre quienes creen importante destacar la nacionalidad o el “aspecto” del “presunto” –palabreja con la que buscamos inmunidad– solamente cuando el involucrado es un inmigrante.

En el año 2006, gracias a una beca de investigación periodística otorgada por Fundación Avina, recorrimos durante dos meses –junto a los periodistas Juan Francisco Beltrán, Juan Pablo Vintimilla y Francisco Ipanaqué– varias provincias del Austro Ecuatoriano y departamentos del norte del Perú, en busca de lo que en nuestro proyecto llamamos: la expansión del Tahuantinsuyo y el camino de la migración.

Al menos 30 mil peruanos viven hoy en el Ecuador, según cifras extraoficiales. Es el caso más palpable de la seducción del dólar desde que se implantó como moneda corriente en Ecuador. Los colombianos desplazados por la violencia son otro componente.

En Sabanilla, por ejemplo, al sur de la provincia de Loja, miles de peruanos llegan para trabajar en las plantaciones de maíz, en siembra entre enero y marzo, y en cosecha entre junio y septiembre. El resto del año van a sus hogares.

La situación es diferente para quienes se han internado en las minas de Bella Rica, en la zona costanera del Azuay. Allí trabajan nueve horas seguidas por siete dólares diarios; actividad en la cual cobran solamente cada 30 días. O para los trabajadores de la zafra en La Troncal, donde ganan 35 dólares semanales, a razón de 1,40 dólares por tonelada métrica de caña cortada, y con ello financiar su estadía, alimentación y enviar el resto a sus familiares.

De paso por la provincia de El Oro, un Intendente de Policía nos confirmó que en una sola bananera trabajaban tres mil ciudadanos peruanos sin ningún tipo de beneficio legal, por su condición de indocumentados.

Son a estos trabajadores, inmigrantes honestos como los ecuatorianos que sobreviven en Norteamérica –bajo “sospecha razonable”– o Europa, a los que también les perjudica la criminalización mediática “por su apariencia o acento”, cuando uno de ellos está involucrado en un acto delictivo.

Por eso asistimos, con estudiantes de periodismo de la Universidad de Cuenca, a la marcha anti Ley Arizona convocada la semana anterior por la Senami, pero con un pedido propio: que primero eliminemos la Ley Arizona-Ecuatoriana.

Exigimos justicia para los ecuatorianos fuera del país, pero también ofrezcamos garantías para los inmigrantes en el Ecuador.

Al menos el grupo de futuros periodistas que marchó la semana pasada no criminalizará por su aspecto, acento o color de piel, a ningún inmigrante más. Ahora la propuesta debe sensibilizar a periodistas prejuiciados e industriales inescrupulosos.

Es lo justo.

Artículo publicado en EL UNIVERSO

sábado, mayo 15, 2010

¿Los nombres importan?


La verdad no sé. Yo los hubiera obviado.

La madrugada del viernes 14 de mayo el guardia del motel El Edén halló a dos parejas, muertas, en el interior de una habitación. Habían ingresado cerca de las dos y media de la mañana, los cuatro al mismo cuarto.

Se deduce, por las evidencias halladas, que para ambientar su estadía colocaron música directamente del equipo del vehículo, cuyo motor estaba en marcha a la hora del hallazgo: seis y treinta de la mañana. Las autopsias determinaron la causa de las muertes: asfixia por inhalación de monóxido de carbono.

La noticia llamó la atención más que la visita del presidente Rafael Correa a la conventual Cuenca. Gran despliegue de medios. Se abundó en los detalles, pero no en los importantes. Brotaron los moralismos.

“Los dos varones habían sido casados, y las chichas eran del Oriente”, fue el comentario con el que arrancó la conversación instalada tras la pregunta ¿se enteraron de los muertos del motel?, en un curso al que asistí como capacitador, la mañana del sábado.

Antes, había revisado la nota en todos los diarios locales y nacionales para ver el tratamiento, con una preocupación básica: ¿incluirían las identidades de las víctimas?

La preocupación me nació la tarde del viernes, cuando en un noticiero de radio identificaron a los fallecidos y envié un mensaje al locutor inquiriendo si era necesario dar las identidades: “desde mi punto de vista sí…considero que son mayores de edad y sabían lo que hacían”, fue la respuesta.

Esa misma tarde, en el vespertino de la ciudad circuló la noticia con los nombres de las víctimas. “Puse los nombres porque ya están muertos”, respondió el director del medio a un fotógrafo que hizo la misma pregunta.

La mañana del sábado los diarios El Tiempo, El Comercio, El Universo incluían las identidades.

Solamente El Mercurio los obviaba:
“Los fallecidos fueron identificados como: Nancy Gabriela F., María Soledad P., Miguel Fernando C., y Félix Armando L. Sus edades oscilan entre los 21 y 25 años”.

¿Vale la pena desvelarse por este detalle?
Definitivamente sí.

En la conventual Cuenca los moteles son considerados como lugares sucios, repugnantes, refugio de los amores infieles. Lo verifiqué cuando propusimos un tema a propósito del 14 de febrero, Día del Amor, (allí se hace el amor, y según un sexólogo amigo, en estos lugares se han salvado muchos matrimonios) y nos cayó una avalancha de críticas, incluso dentro del mismo diario.

En la memoria colectiva de los cuencanos, según lo he confirmado en las charlas que sobre este tema he tenido con personas de varios estratos, se ha fijado un estigma sobre los cuatro jóvenes que escuchaban música y tomaban cerveza dentro de una habitación, mientras el escape de su vehículo les ofrecía una muerte lenta: traicioneros, ellos; mujeres fáciles, ellas.

¿Y lo realmente importante?
¿Y las explicaciones sobre cómo actúa el monóxido de carbono en el organismo? ¿La investigación sobre los sistemas de ventilación que deberían tener estos sitios de tolerancia? ¿Quién responde por las cuatro muertes inútiles? ¿Y qué harán todos -medios de comunicación, fiscales, dueños de moteles- para evitar que esto suceda de nuevo?

Habrá que esperar el seguimiento noticioso. Por el momento lo que más interesaba ya se descubrió: los nombres de los infieles y las locas, y en lo más profundo de los anti infidelidades y las anti locas, las cuatro muertes les dará la paz que solo el castigo ejemplarizador puede dar…

Que su memoria, sus esposas, sus padres, sus hijos, sus primos y amigos… ¡que todos se jodan!