sábado, mayo 10, 2008

Lecciones de un incendio


Hablar como habla la gente. Esa fue una de las recomendaciones de Alex Grijelmo a un grupo de editores que asistían a un taller sobre edición de textos periodísticos. Grijelmo, autor de libros como El Estilo del Periodista, Defensa apasionada del idioma y El aroma de las palabras, escribió también el manual de estilo de diario El País, de España.
Y el ejemplo que citaba, para ilustrar esta recomendación, era que cuando estamos enfermos no vamos al nosocomio, vamos al hospital.

Y traigo a colación este pasaje porque tras escuchar a una llorosa viuda del joven bombero Mufith Hanna, voluntario que el 17 de abril murió cuando intentaba apagar un incendio en una ferretería, me vino a la memoria una serie de "perlas", imprecisiones y otras irresponsabilidades de parte de periodistas que transmitieron en vivo y en directo, en radio y televisión, los acontecimientos de aquel día.

¿Ejemplos?
La presentadora de noticias de un canal de televisión da el paso a su reportero, para una "entrevista en vivo". Una hora antes un incendio se había desatado en la ferretería Vázquez Brito, del centro histórico de Cuenca, y amenazaba con propagarse a otras casas.
El reportero, tomando el brazo a un oficial bombero, inicia su interrogatorio:
¿Con cuántos bomberos y vehículos están en esta emergencia?
"Estamos con unos 150 voluntarios y todas nuestras unidades, esperamos la colaboración de bomberos de Azogues y cantones por la magnitud del incendio; además sabemos que en el interior hay 200 kilos de dinamita", responde.
El periodista da el paso a la presentadora, que remata "la microonda" con la observación de: "bien amigos televidentes, como lo escucharon hay 150 voluntarios trabajando en la emergencia".
¿Y los 200 kilos de dinamita?
¿No se percata la presentadora del dato que acaba de dar el bombero a su reportero, y lo que puede causar una explosión de 200 kilos de dinamita?
¿El entrevistador no repara en lo que podría provocar una información no confirmada de que 200 kilos de dinamita están expuestos al fuego? ¿Por qué no repreguntó -si ya no pudo evitar que el dato salga al aire- sobre el tema de la presunta existencia de dinamita, y sobre lo que se debe hacer?

Preferí apagar el televisor para informarme por radio. Pero fue peor.
En algunas emisoras los reporteros deportivos se habían sumado a esta especie de "transmisión de los hechos" al mejor estilo de partido de fútbol.
Entonces un locutor de radio anunciaba que efectivamente acababa de ocurrir lo que todos temían: ¡Una deflagración!
Y fue cuando mi esposa, que escuchaba la radio a mi lado, me preguntó: ¿si vas al vulcanizador, le dices que lo necesitas porque la llanta de tu vehículo deflagró o explotó?
Para salir de dudas fui al diccionario de la Real Academia Española, vigésima primera edición.
Deflagración: acción y efecto de deflagar.
Deflagar: Arder una sustancia súbitamente con llama y sin explosión.

Y lo que escuchamos fue una explosión, sin dudas. Entonces, ¿será que cuando el periodista aquel -que más tarde dijo que estaba transmitiendo cerca del "edificio flagelado" - cuando se enferma va al nosocomio, o le pide al vulcanizador que le arregle el neumático de su vehículo que poco antes deflagró?
En este punto, entonces, vale la pena recordar la recomenación de Grijelmo: hay que hablar -informar- como la gente habla.

Ah, una cosa me falta aclarar en esta breve reflexión sobre las lecciones que dejó el incendio del 17 de abril: hace pocos minutos estuvo en el Diario la llorosa viuda del bombero, porque vino a quejarse de una información que apareció en la prensa local, 20 días después del incidente. Se sentía impotente por una extensa entrevista al propietario de la ferretería incendiada donde descarga su responsabilidad en la muerte de Hanna.
Entrevista donde se vuelve a cometer un error frecuente entre nosotros los periodistas: la falta de confrontación.

¿Y usted qué opina?