lunes, febrero 06, 2006

El periodista de radio y su “voz comercial

Caso A

Martes 24 de enero. Segundo día del paro de transportes a nivel nacional. Los conductores o los dueños de las unidades exigían que se les permita ingresar a dos capitales de provincia con sus unidades para dejar o recoger pasajeros. En el Azuay los transportistas interprovinciales además pedían dejar sin efecto el permiso de funcionamiento de una empresa que utiliza furgonetas y por ello tenían más demanda que los grandes y desordenados buses.
Aquella mañana un periodista de radio criticaba mordazmente la actitud de los transportistas llamándolos inconsecuentes, abusivos, monopolizadores. De seguro que muchos oyentes perjudicados por la acción extrema de los transportistas sindicalizados, estaban de acuerdo con el comentario.
Pero, a renglón seguido y tras una brevísima pausa de segundos, la misma voz que criticó la acción de los transportistas recomendaba votar por un tal Aurelio para secretario general del sindicato de choferes, "porque sí cumple con su palabra y todo lo que ofrece, porque la lista dos es mas que dos…"
Obviamente lo segundo era parte de un texto publicitario contratado por la lista dos del Sindicato de Choferes Profesionales del Azuay, y que fue leído por la misma voz que segundos atrás criticaba la actitud de los conductores.
Personalmente me dejó una sensación de desconcierto. Cuál de las dos intervenciones que una misma voz hacía en un mismo espacio, tenia la razón. La que calificaba de inconsecuentes a los choferes que paralizaron el país, o la que recomendaba votar por el tal Aurelio, "porque sí cumple sus promesas…"


Caso B

1999. Días de la debacle financiera del Ecuador. Los bancos caían como fichas de dominó; uno de ellos, Sol Banco.
Un enardecido ex cliente de aquella entidad financiera tomó el auricular del teléfono y marcó al programa deportivo de una radio local. Le recriminó al comentarista porque semanas atrás recomendó públicamente poner los ahorros en ese banco, que pagaba altos intereses.
El locutor, para cerrar el molestoso llamado público de atención, decidió hacer una aclaración: “Señor oyente, lo que hice fue publicidad, porque nosotros vivimos de la publicidad…esa es la parte que ustedes no entienden…nosotros no tenemos sueldo del gobierno sino vivimos de la publicidad…” fue lo que más o menos dijo el locutor de radio.
Era evidente que el aparentemente experimentado locutor no se percataba que el oyente no disgrega cuando un mismo periodista está “informando” o leyendo una publicidad. Cuando el aparentemente experimentado locutor decía que el Deportivo Cuenca, el equipo local, goleó a su rival, era cierto. No cabía duda.
De la misma manera, cuando esa misma voz que anunció los resultados sale de la radio diciendo que deposite el dinero en Sol Banco, ¿por qué debe dudar el radioescucha de la palabra del locutor?


Si los ejemplos los pasamos a la televisión, sucede lo que se conoce como las menciones. Los presentadores de noticias son contratados para que presenten un producto. Aparentemente es una acción inocente, pero lo que la marca comercial hace es aprovechar todos los años de experiencia de la figura.
¿Han visto la publicidad de Carlos Vera y su hijo, adoloridos de cabeza y recomendando un producto efervescente?
¿Alguien dudaría de la efectividad de ese analgésico, recomendado por el implacable Vera?
Lo que no sabemos es cuánto cobró el periodista para aparecer en las pantallas recomendando el producto. Debió ser mucho…


Reflexiones necesarias

¿Qué representa para el periodista hacer ese tipo de anuncios públicos, hipotecando su credibilidad?
Personalmente creo que mucho. Es credibilidad versus dinero, razón suficiente para dejar de creer en ese periodistanunciante.
¿La credibilidad tiene precio? NO; es credibilidad construida a base de decir miles y miles de verdades, de palabras cumplidas, de trasparencias al actuar.
¿Y si ese analgésico no me cura?
¿Y si ese Banco quiebra?
¿Son o no los transportistas irresponsables, o debo votar por uno de ellos porque sí cumple?
O debo dejar todo eso bajo la responsabilidad de una voz comercial…exclusivamente comercial…

¿Qué opina usted?

1 comentario:

Ricardo Tello Carrión dijo...

Quito, Sábado 29 de Abril de 2006 • Boletines informativos • Especiales Online



TELETOXIA
Carlos Vera toma Andrews Dolor


Por Manolo Sarmiento



El comentario sobre el spot del floricultor Jacinto Gómez y el servicio "Fast Boy" de Andinatel han motivado numerosos mensajes de los lectores. Uno de ellos me ha dicho que la agencia de publicidad del Banco del Pichincha debió de una vez bautizar a su personaje de Jacinto "Flores", para que la teoría determinista que subyace en el spot fuese completa; y según otro lector, está circulando una versión distinta del éxito de Gómez. Según esta versión callejera, cuando Gómez llegó a Quito con su terno prestado, traía detrás suyo un buen palo grueso que le sirvió de garante.
Pero estos dos casos finalmente solo revelan cierta torpeza creativa y a la larga son inofensivos.

Hay otros casos que no solo nos subestiman hasta niveles insultantes, sino que llegan a ser ilegítimos y revelan que las agencias de publicidad gozan de un poder desmesurado.

Hay que tener los riñones bien puestos para tomar un día el teléfono y proponerle a un periodista como Carlos Vera, que se ha convertido pese a todo en el conductor de noticias más visto del país, que sirva de modelo para el comercial del analgésico denominado Andrews Dolor.

Darse el lujo de tener al servicio de Andrews Dolor -es decir, de la farmacéutica GlaxoSmithKlin- al periodista estrella de un país, es después de todo una conquista que solo en contados lugares se podrían dar. En la mayoría de países civilizados esto constituiría un atentado a la credibilidad del informador y hasta una falta de respeto a la audiencia pues, cuando Vera entreviste al ministro de Salud, ¿será Vera quien haga la pregunta o será GlaxoSmithKline? El televidente malpensado estará autorizado a dudar, sobre todo, si el tema de la entrevista llega a ser el precio de los retrovirales que produce la empresa. Pero en el Ecuador, para la agencia de publicidad de GlaxoSmithKline y para el periodista en cuestión, estas consideraciones sobraban.

No hay otra forma de decirlo: las agencias se creen con derecho a pedirlo todo y a poner en el aire todo lo que se les ocurra. No solo eso. Muchas veces filman sus anuncios en el extranjero y los ponen al aire en el país violando regulaciones que protegen a los productores locales, como es vox pópuli en el medio audiovisual, o plagian campañas de otros países, denigran a la mujer o a quien quiera que se les antoje denigrar, entre muchas otras indecencias, y no hay forma de que la audiencia o los perjudicados digan nada. A nosotros solo nos queda reírnos y, cuando la cosa rebasa lo tolerable, mentarles la madre.

Reír pensando que en lugar de fingir tan mal su jaqueca en el spot, un día los creativos que trabajan para GlaxoSmithKline le pidan a Carlos Vera que aproveche sus entrevistas mañaneras para tomarse el analgésico en vivo, donde en todo caso su dolor de cabeza sería más verosímil.


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