Recuerdo la primera vez que lo enfrenté. Tan sencillo. Tan amigable.
“Mi querido amigo, primero déjeme conocerle”, me dijo cuando juntos revisamos el proyecto de crear una oficina para la corresponsalía de EL UNIVERSO en Cuenca.
En menos de dos meses me conoció y sin demora equipó una oficina completa.
Una mañana, cuando trabajaba en aquella oficina de la Casa Azul, en el Centro Histórico de Cuenca, recibí una llamada suya: “Querido Ricardo, quiero invitarte a que almorcemos juntos en el Diario”, dijo. Al día siguiente, en el comedor de los directivos, me di cuenta que había más invitados especiales. Entre ellos el presidente de la República, Gustavo Noboa Bejarano. Así trataba don Carlos a sus empleados. Poniéndolos a su altura. Tratándolos como seres humanos, y él era un gran ser humano.
Recuerdo la última vez que lo vi. Era una tibia tarde en Guayaquil, dentro de la redacción del Diario. Trabajaba como editor y él había regresado de un largo tratamiento médico en Miami. Una nube de empleados lo rodeaba; querían saludarlo, estrechar su mano. Curioso, en mi puesto, sentía tanto respeto por aquel hombre, que me conformaba con mirarlo de lejos. Entonces varios de los empleados que lo rodeaban apuntaron sus dedos índices hacia donde estaba. Don Carlos había preguntado por mí, quería agradecer por haber dejado Cuenca e integrar su equipo de trabajo. “Es un gusto tenerte acá, desde hace mucho lo deseábamos y me han confirmado que no nos equivocamos”, dijo.
Nunca olvidaré esas palabras.
Don Carlos será para varios de los que lo conocimos, mucho más que el nombre del nuevo puente de la unidad nacional.
Discurso del ex presidente Gustavo Noboa el día de la inauguración del puente Carlos Pérez Perasso
“Carlos Pérez Perasso, un hombre de periodismo y además un caballero, un hombre de una visión y algo que lo sabemos los amigos: de una sencillez impresionante. Ustedes lo veían vestido con unos trajes tipo uniformes que se ponía, sencillo, nadie podía pensar que atrás de esa sencillez de vestir había un hombre que había creado con la herencia cultural de su familia y de su padre, un verdadero imperio periodístico en el mejor de los términos. Un hombre que jamás levantó la voz; hablaba suavemente y lo hacía así en momentos de cumplir 80 años el Diario. Este hombre es el que nos da el nombre a este puente sobre el río Daule, que ha sido querido por nosotros.
Este hombre es el que le da el nombre y lo hago con gran satisfacción de guayaquileño y estoy seguro de que toda mi ciudad está de acuerdo con ello. Aquí están presentes su esposa, su familia, y están presentes sus hijos y sus hijas. Falta Carlos, que no ha podido estar aquí. A ellos, el que el padre dé nombre a esta obra maravillosa, lo único que hago es comprometerlos.
Comprometerlos a seguir trabajando, a seguir luchando como grupo familiar para mantener siempre en alto el nombre de EL UNIVERSO, porque hablar de Guayaquil es hablar de EL UNIVERSO y hablar de EL UNIVERSO es hablar de Guayaquil.
Así que mis queridos amigos Pérez, jóvenes todos hombres y mujeres, les dejamos una antorcha para que sigan iluminando a toda la colectividad ecuatoriana, que la verdad ilumine siempre a EL UNIVERSO y que ustedes sean consecuentes como lo son, con esa historia de una familia que ha hecho del periodismo no solo una vocación, sino una forma de orientar a todo el conglomerado de la ciudad de Guayaquil y el Ecuador”.
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