Por Rubén Darío Buitrón
¿Cómo entender que cuatro años después los medios volvieran a tropezar en la misma piedra?
Que las encuestadoras se equivoquen o acomoden sus cifras según quienes financien sus sondeos no es nuevo: lo dicen los candidatos, los dicen los analistas, lo dicen los politólogos, lo dicen, incluso, los candidatos finalistas.
Pero los medios confiaron otra vez en las encuestadoras. Y volvieron a equivocarse. Dos ejemplos: ninguna encuestadora previó el tercer lugar de Gilmar Gutiérrez y ninguna anticipó la debacle febrescorderista en Guayas.
Para colmo, ningún medio investigó lo que podría ocurrir –y finalmente sucedió- con el oscuro contrato entre el Supremo Electoral y la empresa brasileña E-vote.
Las encuestadoras no parecen querer cambiar. Quizás no les interesa o, talvez, su negocio es, precisamente, jugar a la incertidumbre.
Pero los medios tienen la obligación de hacer autocrítica. Entender qué ocurrió adentro, por qué no hubo la capacidad de leer las entrelíneas de los hechos presuntamente evidentes más allá de lo que en las salas de redacción creen que hay que hacer, sin percibir por dónde caminan las distintas realidades.
¿Cómo decidieron CNN y Ecuavisa quiénes eran los candidatos favoritos? ¿Con base en qué análisis y qué reflexión los medios impresos pusieron en su agenda el seguimiento a determinados aspirantes y no a otros? ¿Por qué limitaron sus coberturas al acompañamiento de los postulantes sin mirar más allá de lo aparente, sin entender que los apoteósicos recibimientos en pueblos y ciudades no necesariamente significan votos seguros sino pura novelería o eficiente organización logística de los mandos locales para agradar a sus candidatos? ¿Qué factores ajenos al periodismo determinaron que una cadena (TC, Gamavisión, Cablevisión) apoyara abiertamente al candidato millonario y que otra (Teleamazonas) atacara de manera furibunda al aspirante de Alianza País?
Así como los medios exigen rendición de cuentas a los políticos, los medios deben rendir cuentas a la sociedad, porque a ella se deben. Entonces, ¿confiarán de nuevo en las encuestadoras? ¿Asumirán que el país es fácil de leer? ¿Irán tras los candidatos mostrando lo aparente sin mirar lo que ocurre en el Ecuador silencioso cuando se marchan las cámaras y las comitivas? Si lo hacen, lo más probable es que les toque, de nuevo, poner cara de sorprendidos.
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