La pesadilla de Patricia llega por una pantalla de TV
Fue realmente penoso. Con sus ojos muy abiertos y la voz casi quebrándose Patricia decía: “Y cómo le explico a mi hijo que su padre no es un ladrón”.
Patricia Enríquez es una reconocida periodista deportiva en Cuenca. Inició en radio, pasó a prensa y ahora tiene su propia revista. Como ella misma dice: “me retiré del diario porque literalmente llegué a acostarme con la fuente”. Tras varios años de ejercicio se casó con el árbitro FIFA Patricio Carpio y en una consideración ética, se retiró y fue tras su propio sueño.
La pesadilla de Patricia llega casi todas las semanas, con los comentarios del “periodista” Vito Muñoz (a quien algún programa cómico le moteó como “pito feroz”)
Como Muñoz, sin ningún empacho, se deja ver como hincha incondicional del Barcelona “Sporting Club”, y como Patricio Carpio ha pitado varios partidos en los que el “equipo torero” perdió, entonces pasó a ser víctima de los comentarios negativos del periodista-hincha.
“Y ahora pitará este ca-ca…Carpio…”
Puede parecer como una inocente equivocación –cacareo repentino- pero obviamente tiene un doble sentido muy fuerte.
La angustia fue peor cuando Patricia, que mira los programas deportivos en compañía de su hijo, escuchó cómo una noche “pito feroz” trató de “ladrón” a Patricio Carpio.
La mañana del sábado cuando Patricia contaba a un grupo de ex compañeros suyos cómo se sentía que a través de un medio de comunicación llamen injustamente y sin pruebas a uno de los suyos “ladrón”, pensé en cuántas angustias similares se reflejarán en los rostros de centenares de mujeres y niños cuyos padres aparecen como “presuntos” en las garras de la Policía y sus ruedas de prensa semanales.
El análisis es doble.
¿Los periodistas tenemos “patente de corso” para tildar de lo que sea a quien sea?
¿Los periodistas deportivos tienes “patente de corso” para ser hinchas y tildar de lo que sea cuando su equipo pierde?
¿Y usted qué opina?
Mi hermano en la crónica roja
“El primer recuerdo de mi hermano de crianza es una descolorida foto en la que dos niños, de unos cinco años de edad, se dan de trompadas con viejos guantes de box. Estábamos de modelos para el fotógrafo de las cosas lindas de la vida que es mi padre.”
Este es el primer párrafo de una especie de despedida leída al pie del féretro donde estaba Guido Vintimilla, mi hermano de crianza, hijo de don Rodolfo Vintimilla, fundador del diario El Correo, en Machala.
Guido era complicado. Sus razones tendría para haberse tomado una copa de cianuro mientras escuchaba a todo volumen la ópera Rigoletto, de Giuseppe Verdi.
La noche de domingo cuando recibí la llamada anunciando su muerte, fui hasta su casa como hermano, más que como periodista. Lo encontré en el piso de la cocina, de espaldas y las piernas semidobladas. En su mano una botella de plástico y un chorro de agua de una llave que, en los estertores de muerte, quedó abierta.
Buscaba un último sorbo. Algún vecino escuchó un desesperado grito que llamaba a su madre…
Lo mejor era que la diabética mujer no vea ese terrible cuadro de dolor en el que el actor principal era su hijo único, aquel en quien tenía las esperanzas puestas de que la cuide ahora que estaba vieja y enferma. Los únicos testigos: sus familiares, otros vecinos y unos agentes con cámara digital de fotos en mano.
Al día siguiente, una cruda fotografía del hombre acompañaba a una imprecisa nota de prensa en el diario La Tarde. La autora, una despampanante periodista de crónica roja a al que nunca se le escapa nada, ni a ella ni a su red de uniformados colaboradores que le entregan todo: notas y fotos.
La atribulada madre vio el cuadro. No soportó, cayó en una especie de coma diabético. Exactamente un mes y medio después murió por inanición. Decidió dejar de comer para ir en busca de su amado hijo.
Cuando vi la nota de prensa, me aborrecí. Trataba de recordar cuántas veces había hecho algo similar…
Este tema lo hemos discutido con los compañeros de la redacción y hemos sacado conclusiones claras, una de ellas: la sociedad nos ha hecho una importante concesión al permitirnos que la mantengamos informada, pero no debemos perder la sensibilidad ni tampoco olvidar que nuestra materia prima, a más de ideas, son seres humanos.
¿Y usted, si alguna vez ha sido víctima de la prensa, qué opina?
5 comentarios:
¿A quién rinde cuentas la prensa?
Rubén Darío Buitrón
Para usar un lugar común, los periodistas y los medios solemos "rasgarnos las vestiduras" para exigir a los políticos y a los gobernantes que rindan cuentas.
Lo hacemos, supuestamente, a nombre de los ciudadanos mandantes que han delegado el poder a las autoridades de turno.
Usamos el presunto "cuarto poder" a nuestro arbitrio, impunemente: somos jueces, fiscales, carceleros, inquisidores, cazadores de brujas. Condenamos, tomamos partido, dictamos sentencias, asumimos discursos moralistas e hipócritas, publicamos chismes y rumores sin verificación alguna, agachamos la cabeza frente a los dueños del país, hacemos reverencia a las fuentes del poder e ignoramos a sus víctimas.
En el Ecuador, la mayoría de periodistas son humildes con el poderoso y poderosos con los humildes.
Por eso, ya es hora de preguntarnos: ¿hasta cuándo la impunidad de los periodistas antiéticos? Si no son capaces de ser responsables, ¿por qué sus superiores les permiten decir lo que se les viene en gana? Si lucran con el dolor ajeno, ¿por qué no los frena la propia sociedad?
No solo los políticos deben rendir cuentas. Los medios y los periodistas, en especial los irresponsables, ligeros, temerarios y carroñeros, también deben hacerlo.
Los recientes resultados electorales hablan de una ciudadanía cada vez más crítica, consciente y digna que grita "que se vayan todos". Y ese proceso ha empezado.
Así que si esos medios y esos periodistas no rinden cuentas ya, quizás sean los próximos en la fila.
No hay que ser una víctima de la prensa para opinar sobre el tema. Basta con ver periódicos de Ecuador, España y Francia para ver la manera en que la prensa “lapida” a las personas y a las instituciones. Y no sólo eso, porque también hay una buena parte de periodistas que no tiene medida ni perspectiva de las cosas que informan.
Alguna vez alguien se ha puesto a pensar en qué pasaría, por ejemplo, si se informa de la gran indemnización que va a recibir una persona por una u otra razón, y más cuando esta persona vive en uno de los barrios más pobres de Guayaquil. Lo más probable es que situemos a esa persona en la mira de grupos de delincuentes. Pero claro, lo importante es tener el dato, dato que seguramente no tiene la competencia. Lo que suceda en el futuro ya no nos importa. Bueno, no nos importa hasta que sea noticia.
Un asunto complejo, sin duda alguna. ¿Dónde está el freno? No somos ni jueces ni dioses ni inquisidores. Somos periodistas, simplemente eso.
Mi tio Guido un hombre incomprendido por muchos e incluso por el mismo. Un hombre con grandes ideas que no las pudo realizar. yo desde lejos tratando de formarme como periodista recibi esa fatal llamada, y entiendo como nosotros trabajamos con la sociedad, tratandola con frios calculos o estadisticas dejando de lado los sentimientos para intentar ser lo poco objetivos que todos los periodistas somos.
Buenos Aires, Argentina
Rodolfo Vintmilla J.
good!it' s very useful!thx!
Ante todo debe primar la ética profesional y no dejarse llevar por el asunto, al poner cualquier cantidad de cosas que al final -tarde o temprano- lastiman al resto de personas.
Publicar un comentario