domingo, marzo 28, 2010

Telégrafo ¿Y los que creyeron en el proyecto?


La censura es fuerte en El Telégrafo, autodenominado el primer diario púbico del Ecuador.

Dos capítulos vergonzosos se han escrito en el intento por desconocer la opinión personal de quienes sienten que se está poniendo en riesgo no solo el proyecto de una comunicación alternativa a los medios privados, sino de la mismísima Revolución Ciudadana.

Los involucrados están –estaban- dentro, donde, según la más reciente víctima, “no hay aguas mansas”. Interpretación que la expresó en un artículo que debía estar en la edición de este domingo 28 de marzo, pero que nunca apareció por la comedida mano del censor (“policía de contenidos”, dicen que se hace llamar)

Que por qué me importa lo que ocurra con el diario público? Pues porque si es público, es de todos – o debería serlo-.

Sobre el diario público siempre tuve dudas. Su agenda siempre estaba en torno a los ministerios, a las actividades de la cancillería, a los enlaces sabatinos. Pura agenda oficial.

Pero se merecían una oportunidad.

Conocí a más de uno de los soñadores que creían, y que siguen creyendo, en el proyecto del diario público. Tenaces defensores que se mantienen firmes en su negativa de permitir que ingrese el nuevo “periódico popular” de los Alvarado a su sala de redacción y a su rotativa. Porque el oficio que llevan en la sangre les obliga a tomar esa postura.

Ciertos Retratos me sorprendieron. Las crónicas de Espectáculo eran oportunas. Interesante enfoque deportivo. Buen intento. Pero hacía falta más tiempo en medio de toda esa corriente de agoreros del desastre.

Lamentablemente la prepotencia ha llegado para poner su parte. Esos miopes que no ven más allá de los dos o tres años que les queda en el poder, antes de regresar al mismo lugar de donde salieron: el anonimato.

Qué pena que empiece a hacer agua antes de que alcance su línea de flotación. Los agoreros estarán contentos; y los promotores del desastre ahora estarán más convencidos de que el primer diario público del Ecuador, y los que se vienen detrás, es el espacio para que se cumpla su santa voluntad, y la de nadie más.

Porque ellos son el poder.

7 comentarios:

jennyg dijo...

Parece fatalista decirlo pero si, es el camino que seguramente seguirá este medio público, ya que en el gobierno se está entendiendo a lo público como vocero de la revolución ciudadana, es lo que sucede con los canales incautados por el gobierno. Las personas que salieron del telégrafo, como muchos sabemos son quienes no estaban de acuerdo con callar y dejar sus comentarios por estar del lado de la revolución ciudadana, es decir se eliminó a la crítica para dar paso a quienes si están de acuerdo con esta forma de ver lo público, de esto solo queda esperar para que se muestre el cambio de sentido que le darán al Telégrafo

Unknown dijo...

Los medio de comunicación son importantes para el Ecuador y más si son públicos, ya que son de “todos”, y por lo mismo, deberían contener información que sirva para que el lector saque sus propias conclusiones, con respecto al Telégrafo, concuerdo contigo, ya que, como es posible publicar los intereses de un grupo de poder especifico, entonces, ¡Estamos en la época donde la información le pertenece al poder!, yo considero que no. Finalmente, se critica tanto a los medios privados y los medios públicos donde quedan, cual es la diferencia si los dos de cierta manera están defendiendo a los intereses de los dueños del medio.

jennyg dijo...

Es lamentable que en este medio, supuestamente público se haya coartado a las voces que opinaban porque no lo hacian en favor del gobierno, porque opinaban con libertad, la libertad que les ofrecía este medio cuando se estaba construyendo como público, hoy se entiende como público al estar del lado de la revolución ciudadana, un ejemplo es lo que hacen los medios incautados por el gobierno, quienes nunca refutan algo que haya dicho o hecho el presidente Correa simplemente por que le pertenecen.
¿A el o al público?, eso está claro.

Julio Enríquez dijo...

Comparto la preocupación por el destino o fracaso anticipado de un proyecto digno de encomio. El problema de fondo es que no se entiende totalmente el alcance de esta categoría conceptual de "medios públicos" en el Ecuador. Los funcionarios del régimen creen que aquellos deben –aunque sea tangencialmente y muy discretamente–, servir para promocionar los acertos de Rafael Correa y su revolución.

Discutir sobre una concepción de lo público significa en primer lugar comprender la historia reciente; el nefasto proceso de privatización de lo estatal y la campaña feroz por deslegitimar o hacer aparecer como ineficiente a todo lo público. Y esa historia habla del neoliberalismo y sus alcances. Salir de esa esfera significa debatir con patriotismo que dotar al país de medios públicos es devolver un derecho del que solo han gozado las élites; la libertad de expresión.
Durante estos últimos 30 años de neoliberalismo, la palabra de los trabajadores, campesinos, mujeres o juventud, solo ha estado en los medios privados de empresa con fines de lucro, para legitimar el proceso de dominación ideológica, cultural, económica y política de la clase dominante; para que nadie dude, sea como sea, tienen por ahí uno que otro, espacio, reporte o consulta para los guacharnacos.
La gran mayoría del tiempo hablaron los dirigentes políticos, empresariales, los ideólogos mediocres que sirvieron al poder y los dueños del país.
Entonces pensar en lo público –especialmente en medios informativos–, es pensar en abrir las páginas para la participación del pueblo, de que en El Telégrafo se expresen las diversas formas de entender al Ecuador y las soluciones a sus problemas. Lo mismo cabe para la radio o la TV.
También significa que se debe garantizar a los sectores sociales y populares ejercer el derecho a la libertad de expresión, accediendo a la dirección y usufructo de medios escritos y audiovisuales.
Quedarse en el lamento y la queja, respecto del destino de El Telégrafo, sin debatir el significado de lo público en los medios informativos, es asumir que entendemos la libertad de expresión como algo formal y solo existente en el espacio que conceden para la expresión de sus ideas el día en que a tal o cual se le ocurrió levantar el veto para que a aquel o aquell@s puedan finalmente decir que “aquí me duele patrón”.
Sabemos que así es como se manifiesta la libertad de expresión para la gente, no hablemos de la libertad de expresión de los periodistas; ellos son los que menos la disfrutan y conocen.

wilmer dijo...

Una pena que la censura previa de la información que existía en la etapa del Poder Real se haga presente ahora que se considera que la información le pertenece al público, más aún si esto acontece en el, como usted le llama, el diario público.
Lo cierto es que estos 'anónimos' no van a hacer eternos en sus puestos de poder que ahora tienen

Anónimo dijo...

Me parece que si el El Telégrafo se convierte en algo parecido al Extra a pretexto de hacerlo más "vendible" no se estará contribuyendo para que nuestra sociedad salga de su ignorancia, Un buen periodismo es precisamente el que hace todo lo posible porque la gente sea cada vez más crítica y reflexiva. No es aceptable que ahora se diga que El Telégarfo era solo para intelectuales, entonces... ¿el Popular será para los ignorantes?

Jenny Vallejo

Anónimo dijo...

Me parece que sería un terrible error convertirle al Telégrafo en un remedo del Extra. No es posible que a pretexto de incrementar las ventas se baje de nivel a un periódico que se lo tildó de ser "de los intelectuales".

Un buen periodismo trata de fomentar la crítica y reflexión en la ciudadanía y no sumergirla más en la ignorancia.

Jenny Vallejo