¡El premio Rey de España! ...fue la frase que lanzó, con su vozarrón de locutor de radio, uno de los asistentes a un curso taller que la Fundación EL UNIVERSO había organizado a mediados de este año con María Teresa Ronderos, en ese entonces editora general y actual asesora editorial de la revista colombiana Semana.
Así el cursante quería dejar en claro que sí es un profesional informado, y que sabía la respuesta a la pregunta que otro de sus compañeros le había formulado a Ronderos: cuál ha sido el mayor premio de periodismo que ha logrado en su vida.
María Teresa entonces le aclaró que no, que el mejor premio de periodismo no fue el Rey de España, sino el desenlace que tuvo un reportaje sobre un colombiano secuestrado por la guerrilla, y cuya familia lo creía muerto.
Su mejor trofeo fue asistir al reencuentro de esa familia con la esperanza de saber que aún podía recuperar a su padre... El premio del periodista es hacer bien su trabajo.
En uno de los tantos diálogos en los que nos apasionamos con algunos compañeros de EL TIEMPO (haciendo una pausa en medio del vértigo, como recomienda nuestro amigo Rubén Darío ) abordamos el tema de si un periodista debía participar en las convocatorias a concursos que andan por allí, algunas desprestigiadas y otras con evidente conflicto de interés (no se si ITABSA, paradógicamente una de las pocas entidades que se preocupan de la capacitación permanente de los periodistas, premiaría un trabajo sobre lo dañino que es fumar), o deban ser las instituciones periodísticas las que busquen permanentemente los trabajos bien elaborados para reconocer a sus autores.
La World Press Photo, por ejemplo, se ha constituido en uno de los más importantes eventos de reconocimiento al trabajo de fotoperiodistas, solo que -como dice una crónica de Manuel Falces en El País Semanal- "...las contradicciones que tiene en su seno este prestigioso premio vienen no de las imágenes duras y desgarradoras, sino de su propia financiación. El World Press se ha sustentado económicamente de empresas multinacionales, cuenta con el patrocinio de la línea aérea holandesa KLM o de la firma Kodak -que dicho sea de paso, cantan las excelencias de sus productos patrocinando las fotos."
Personalmente creo que con ciertas convocatorias se corre el riesgo de tentar al periodista joven, sobre todo, de centrar su atención en cómo conseguir el próximo premio y reconocimiento en lugar de hacer bien su trabajo, con vocación de servicio...
Este afán puede incluso llevar inconcientemente a forjar determinadas noticias o temas, sin la rigurosidad de la verificación o lo que es más grave, inventar historias, situaciones, ambientaciones.
Citemos el ejemplo de Janet Cooke y El mundo de Jimmy, expuesto en el libro Por un periodismo independiente, de Eugenie Goodwin: el Washington Post devolvió un premio Pulitzer en 1981 en la categoría Redacción de notas y variedades, porque Cooke creó un dramático relato de un adicto a la heroína de ocho años de edad.
El artículo comenzaba así: "Jimmy tiene ocho años de edad y es un adicto de tercera generación a la heroína; es un bello muchachito de cabello color arena, ojos castaños aterciopelados y marcas de inyecciones que motean la suave piel de infante de sus bracitos morenos."
La historia conmovió tanto a los indignados ciudadanos, que el propio alcalde de Washington, Marion Barry, ordenó a la policía la búsqueda del niño para brindarle atención social. Acosada la reportera, apeló a la protección de la fuente, pero no le duró mucho; más fue la presión por el interés de ayudar al niño. Pese a que "desapareció" a Jimmy y su familia, fueron otras mitomanías de Cooke las que le delataron y llevaron a admitir que el personaje fue creado en su imaginación en base a datos que trabajadoras sociales le habían proporcionado sobre los adictos a la heroína. El diario devolvió el premio y ofreció disculpas a sus lectores.
Ahora bien, este es un caso extremo. ¿Qué pasa con el día a día?
Un reconocido periodista del diario El Mercurio de Cuenca, en una conversación iracundo reclamaba porque a su criterio para la entrega de premios Jorge Mantilla Ortega, que promueve anualmente Diario El Comercio y para los cuales hay que postularse, se debía anticipar el género en el que convocaría "para poder preparar un artículo con ese género..." Afortunadamente dos periodistas mucho más jóvenes le aclararon que un periodista profesional debe escribir no pensando en los premios, sino en la responsabilidad de comunicar. Y si por eso recibe un premio bueee...
A eso me refiero cuando me alerto sobre el riesgo de que el trabajo se convierta en una especie de fijación por "arrasar" con todos los premios de periodismo habidos y por haber, a cualquier nivel. Javier Darío Restrepo, maestro colombiano y especialista en el tema de la ética que mantiene un consultorio en el portal de la Fundación por el Nuevo Periodismo Iberoamericano http://www.fnpi.org/ , dijo alguna vez en uno de sus talleres en Cartagena de Indias que eso de los premios lleva al periodista a levantar en su vivienda una especie de Muro de las Vanidades: aquel espacio de la sala dedicada a soportar el peso de las fotografías con los famosos, los diplomas por su compromiso con tal o cual institución, los títulos alcanzados...las constancias de los premios...
¿Y el premio al trabajo bien hecho?
El mismo Restrepo lo admite en su libro Etica para periodistas, cuando recuerda que "la intención sensacionalista y morbosa" de cierta prensa por explotar, por ejemplo, la vida privada de las personas conciente o inconcientemente con el beneplácito de los actores sociales, no alcanza réditos. "Ninguno de estos modelos de periodismo morbosamente explotador...adquiere reconocimiento público ni recibe premios de periodismo sino que se toma como un mal necesario y de poca trascendencia que solo deja huella duradera de un mayor desprestigio de la profesión. El periodista que trabaja en función de esos valores...tiene ante todo un buen objetivo: conseguir una buena cantidad de dinero por su "chiva", pero no demostrar buena calidad profesional".
Pero no todo está mal. Los premios de periodismo motivan también la excelencia; lo sensible del tema está en identificar la delgada línea que separa a esas dos motivaciones: la búsqueda de la excelencia, o del prestigio y la ambición personal.
¿Qué piensa usted?
2 comentarios:
Felicitaciones Ricardo. Me ha gustado mucho su nota. La comparto plenamente.
Me interesó mucho la respuesta con la que comienza este artículo y creo que para quienes trabajamos en "el mejor oficio del mundo" como diría García Márquez la mejor recompensa es en verdad el trabajo bien hecho.
a quienes han hecho del periodismo una forma de vivir no les sorprenderá encontrarse a mitad de la noche releyendo lo que escribes o editando un audio una y otra vez hasta encontrar lo verdaderamente esencial o revisando las fotos en tu computadora. O quizas te enteras de un acontecimiento importante y sales corriendo en mitad de un almuerzo familiar mientras todos te observan y saben que es imposible detenerte.
Quien vive el periodismo con pasión llega a respetarlo y honrarlo diariamente en la noticia simple, el reportaje o la crónica más trabajada.
En el 2005 gané el premio de la FNPI en la categoría radio y creo que esos premios si te cambian la vida, sobretodo porque la gente presta mayor atención a lo que haces y dices.
Después del premio regresa el compromiso y la exigencia de hacer cada vez mejor tu trabajo.
Para quien el periodismo es una pasión, los premios solo son la confirmación de que estas por el buen camino, pero es tu responsabilidad continuar por él.
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